Era una abeja llena de alegría y
vitalidad. En cierta ocasión, volando de flor en flor y embriagada por
el néctar, se fue alejando imprudentemente de su colmena más de lo
aconsejable, y cuando se dio cuenta ya se había hecho de noche. Justo
cuando el sol se estaba ocultando, se hallaba ella deleitándose con el
dulce néctar de un loto. Al hacerse la oscuridad, el loto se plegó sobre
sí mismo y se cerró, quedando la abeja atrapada en su interior.
Despreocupada, ésta dijo para sí: “No importa. Pasaré aquí toda la noche
y no dejaré de libar este néctar maravilloso. Mañana, en cuanto
amanezca, iré en busca de mis familiares y amigos para que vengan
también a probar este manjar tan agradable. Seguro que les va a hacer
muy felices”.
La noche cayó por completo. Un enorme elefante hambriento pasó por el
paraje e iba engullendo todo aquello que se hallaba a su paso. La
abeja, ignorante de todo lo que sucediera en el exterior y cómodamente
alojada en el interior del loto, seguía libando.
Entonces se dijo: “!Qué néctar tan fantástico, tan dulce, tan delicioso!
¡Esto es maravilloso! No sólo traeré aquí a todos mis familiares,
amigos y vecinos para que lo prueben, sino que me dedicaré a fabricar
miel y podré venderla y obtener mucho dinero a cambio de ella y adquirir
todas las cosas que me gustan en el mundo”. Súbitamente, tembló el
suelo a su lado. El elefante engulló el loto y la abeja apenas tuvo
tiempo de pensar: “Éste es mi fin. Me muero”.
*El Maestro dice: Sólo existe la seguridad del aquí-ahora. Aplícate
al instante, haz lo mejor que puedas en el momento y no divagues.
Tomado de “Cuentos Clásicos de la India” recopilados por Ramiro Calle