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¡Jesús es Señor de Guatemala!
«¿Cómo entra el desaliento a nuestra alma? Nos desalentamos cuando comenzamos a evaluar nuestras circunstancias negativas basándonos en la información que nos dan los sentidos. El antídoto, por lo tanto, es forjar nuestra opinión de la vida según las promesas y la bondad de Dios.
Esto no quiere decir que estemos ajenos a nuestros problemas o a las situaciones negativas contra las que peleamos. Sí quiere decir que a pesar de las circunstancias, estamos firmes y nuestra fe está puesta en Dios. Considere esto: Cuando Dios prometió un hijo a Abraham y Sara, siendo ellos ya mayores, la Biblia dice que Abraham "reconocía que su cuerpo estaba como muerto, pues ya tenía unos cien años, y que también estaba muerta la matriz de Sara" (Ro. 4:19). Abraham no negó sus desoladoras circunstancias. Sin que su fe se debilitara, él "reconocía" la imposibilidad de su situación desde la perspectiva humana. Él había pensado mucho en ella.
Pero él también había pensado en la grandeza, la bondad y el poder de Dios. Él consideró sus limitaciones, pero también creyó que con Dios nada era imposible. [...]
El desaliento llega cuando vemos solamente nuestras circunstancias sin ver la fidelidad e integridad de lo que Dios ha prometido. Nos hacemos fuertes en la fe cada vez que, no obstante nuestras circunstancias, damos gloria a Dios. [...]
Sí, hay momentos en que todos sentimos el peso de la batalla. Pero contamos con la ayuda de Dios. Él promete, "Éste es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones... no vacilará ni se desanimará..." (Is. 42:1, 4) Cristo no vacila ni se desanima. ¿Por qué? Porque el Espíritu de Dios lo sostiene y el Espíritu de Dios sostiene a Cristo en nosotros, también. Hay una guerra espiritual librándose por el futuro de nuestras almas [y naciones]. No podemos retraernos hasta caer en la incredulidad. Seamos fuertes y valientes. Busquemos a Dios y encontremos nueva fuerza en la oración. Y nunca cedamos a la voz del desaliento.»
--Tomado de This Day We Fight!, por Francis Frangipane