En casi todos mis sermones trato de incluir una exhortación a leer la Biblia diariamente.
Hago énfasis en esto porque el conocimiento de la Palabra de Dios es de vital importancia.
No podemos defender nuestra fe si no conocemos las Sagradas Escrituras.
Los falsos maestros usaran interpretaciones incorrectas para arrastrar a muchos en su error. Es por eso que atacan a los cristianos que, a pesar de haber escuchado muchas predicaciones, no han dedicado el tiempo necesario para estudiar la Biblia.
De acuerdo a la explicación que Jesús hizo de la parábola del sembrador, estos son aquellos que no tienen raíces (Lc 8.13). Sin embargo, la semilla que cae en buena tierra representa a los cristianos que retienen la Palabra de Dios (v. 15). El verdadero creyente es aquél que basa su vida en las verdades bíblicas, de tal manera que las falsas enseñanzas no tienen cabida en su corazón. A pesar de lo que el mundo trate de hacernos creer, las verdades de la Biblia no están basadas en nuestras interpretaciones.
Los cristianos tenemos la responsabilidad de refutar las falsas enseñanzas.
De hecho, Juan nos exhorta a alejarnos de aquellos que estén predicando tales mentiras (2 Jn 10).
No tenemos que sentirnos obligados a escucharles, sólo para demostrar nuestra amabilidad y buenos modales. Dios no nos ha llamado a esto, sino a aferrarnos firmemente en la verdad de su Palabra.
Los engaños llegaran a nuestras vida por diferentes vías. Es por eso que debemos ser capaces de identificarlos rápidamente, para que no lleguen a formar parte de nuestras creencias y dañen nuestra fe.
Estudiemos los principios bíblicos, para que podamos proclamar:
“Conozco la verdad de Dios, porque he dedicado tiempo para leerla diariamente”.