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Academias para Obreras: ~~2a parte "La Inmutabilidad de Dios"~~
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De: Perla  (Mensaje original) Enviado: 03/08/2009 20:48
 
2a Parte la Inmutabilidad de Dios
Por Robert Deffinbaugh
Traducido por Juanita Contesse G.
 

Pedro y la Inmutabilidad de Dios

A medida que consideraba el tema de la inmutabilidad de Dios, me impresionó el énfasis que pone Pedro en esta realidad.  La inmutabilidad de Dios hace permeable su pensamiento y es la base de casi todo lo que Pedro enseña.  En primer lugar, encontramos esta doctrina en el serón de Pedro en Pentecostés, registrado en Hechos 2.  Pedro estaba proclamando la resurrección de Jesucristo de los muertos, no sólo como un hecho histórico del cual fueron testigos los apóstoles, sino que también como el cumplimiento de las Escrituras (ver Hechos 2:22-35).  También argumenta que la resurrección de nuestro Señor fue una necesidad teológica y práctica, lo que emana de la doctrina de la inmutabilidad de Dios.

“Varones israelitas, oíd estas palabras:  Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella, porque David dice de él:   Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.  Por lo cual mi CORAZÓN se alegró, y se gozó mi lengua, y aún mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades.  Ni permitirás que tu Santo vea CORRUPCIÓN”  (Hechos 2:22-27).

Pedro sostiene “que era imposible” que nuestro Señor no se levantara de los muertos (versículo 24).  ¿Por qué?  Después, Pedro cita el Salmo 16:8-11, donde la profecía señala:  “Ni permitirás que tu Santo vea corrupción”.  La corrupción es un cambio de estado, un cambio descendente.  Por cuanto Jesús es Dios y Dios no puede cambiar, Dios no puede corromperse.  No fue imposible que Jesús se levantara de los muertos, como alguien podría deducir.  Más bien, era imposible que no se levantara, por cuanto Él es inmutable y la corrupción implica un cambio.  Podemos suponer que la tumba de Lázaro, después de tres días, hedía; pero no había olor alguno en la tumba donde yació Jesús.  Era imposible para Él que se corrompiera.  La resurrección de nuestro Señor fue una necesidad teológica.

En la primera Epístola de Pedro, son muy importantes la inmutabilidad de Dios y Sus obras.  En 1ª Pedro 1:3-9, Pedro habla de nuestra salvación, más bien como algo incorruptible más que corruptible.  Habla de nuestra herencia incorruptible (versículo 4) y también nuestra fe (versículo 7).  En los versículos 18-19, Pedro considera la sangra derramada de nuestro Señor, como algo precioso, porque es incorruptible.  La expiación mediante la cual ganamos nuestra salvación, fue a través de un sacrificio incorruptible, de modo que nuestra salvación es igualmente incorruptible.  En los versículos 22-25, Pedro sigue explicando que la Palabra de Dios es imperecible.  Es esta Palabra que sirvió como una semilla incorruptible mediante la cual fuimos engendrados.  Por cuanto nuestro nacimiento se origina en una semilla incorruptible, no sólo la Palabra es incorruptible, sino que también nuestra vida y nuestro amor, que nace de la Palabra.  Finalmente, e 1ª Pedro 5:4, Pedro habla a los ancianos de su recompensa:  “la corona incorruptible de gloria”.  Nuestra salvación es segura porque es incorruptible.  Por lo tanto nuestra salvación, al igual que Dios, es inmutable.

Conclusión

La inmutabilidad de Dios está lejos de ser tan sólo una observación teológica o una verdad hipotética.  Es una verdad que transforma vidas, de lo cual podemos concluir varias implicaciones para nuestras vidas.

(1)   La inmutabilidad de Dios tiene una tremenda implicancia con relación a la Biblia, la Palabra de Dios  J.I. Packer, en su excelente libro Knowing God [Conociendo a Dios], incluye un capítulo sobre la inmutabilidad de Dios, en el cual enfatiza la importancia de este atributo en nuestras vidas como Cristianos:

«¿Dónde está el sentido de distancia y de diferencia, entonces, entre los creyentes en la Biblia y nosotros?  Está excluida.  ¿En qué terreno?  En los terrenos que Dios no cambia.  Comunión con Él, fe en Su Palabra, vivir por fe, vivir basados en las promesas de Dios, son esencialmente las mismas realidades para nosotros en el día de hoy tanto como lo fueron para los creyentes en tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento.  Este pensamiento trae consuelo a medida que nos adentramos en las perplejidades de cada día:  en medio de todos los cambios e incertidumbres de la vida en la edad nuclear..  Dios y Su Cristo, permanecen iguales —todopoderosos para salvar.  Pero el pensamiento también nos trae un desafío.  Si nuestro Dios es el mismo Dios que tuvieron los creyentes del Nuevo Testamento, ¿cómo podemos justificarnos de contentarnos con una experiencia de comunión con él y con un nivel de conducta cristiana, tan inferior a la que tenían ellos?  Si Dios es el mismo, no es un tema que alguno de nosotros esté en condiciones de eludir”[4]

La inmutabilidad de Dios está muy relacionada con la inmutabilidad de la Palabra de Dios (Mateo 24:35; 1ª Pedro 1:22-25), lo que significa que Su Palabra nunca está obsoleta, jamás es irrelevante para nuestras vidas en estos tiempos.

(2)   La inmutabilidad de Dios es seguridad para los Cristianos.  La seguridad provee estabilidad y confianza en tiempos de incertidumbre y en circunstancias que nos parecen amenazantes.  Debido a que nuestro Dios no cambia, Sus promesas y Su propósitos son seguros; no pueden fallar y no fallarán.  Tenemos un sacrificio incorruptible, el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo, quien ha cumplido con una redención eterna para todos quienes le reciben (1ª Pedro 1:3-9, 17-21; Hebreos 9:12).  Tenemos “un reino inconmovible” (Hebreos 12:28).  Tenemos un Sumo Sacerdote que “permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable” (Hebreos 7:24).  Nuestra esperanza y confianza no es “la incertidumbre de las riquezas”, sino más bien “en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”  (1ª Timoteo 6:17).  El profeta Isaías, contrastó “la creación cambiante con el Creador que no cambia”, como un aliciente a la resistencia y a la fidelidad, incluso en los días negros de la historia  (Isaías 50:7-51:16).

(3)   La inmutabilidad de Dios es un estándar para los cristianos.  Como “hijos de Dios”, debemos emular a Dios, reflejarlo a Él en nuestras vidas (de lo cual hablaremos en un momento), también existe la necesidad que nosotros no cambiemos.  No debemos permitir que el mundo nos cambie haciendo que nos transformemos en su molde ateo  (Romanos 12:1-2).  No debemos cambiar perdiendo nuestro corazón y abandonando nuestra confesión de fe (ver Hebreos 6:11-20; 10:19-25, 32-39).  No debemos cambiar olvidando nuestros compromisos cuando el cumplirlos tenga un costo demasiado alto para nosotros  (Salmo 15:4).

(4)   La inmutabilidad de Dios es también una advertencia asombrosa de que Dios cumplirá Su Palabra con respecto al juicio del pecado.  La inmutabilidad de Dios no es sólo una seguridad que consuela con respecto a las bendiciones que Dios ha prometido; también es una advertencia seria de que Él cumplirá Su Palabra con respecto al juicio del pecado.  Cuando Dios le habó a Judá con relación al juicio que vendría sobre los pueblos por sus pecados, Él habló de un juicio cierto, que no cambiaría porque Él no cambiaría de opinión:

“Porque así dijo Jehová:  Toda la tierra será asolada; pero no la destruiré del todo.  Por esto se enlutará la tierra, y los cielos arriba se oscurecerán, porque hablé, lo pensé, y no me arrepentí, ni desistiré de ello”  (Jeremías 4:27-28).

En Jeremías 18:7-8, Dios prometió que Él se arrepentiría del desastre que pronunció en contra de una nación malvada, si se arrepentían.  Aquí en Jeremías 4, Dios señala que el juicio del cual habla, es irreversible.  Hay un tiempo para el arrepentimiento y durante ese tiempo los hombres pueden arrepentirse con la seguridad que Dios les perdonará sus pecados.  En Jeremías 4, Dios conmina a Judá a arrepentirse (ver versículo 14); pero fue ignorado y por lo tanto, el juicio vendrá.  Una vez que ha pasado el tiempo del arrepentimiento, es seguro que vendrá la ira de Dios.  Desde esta perspectiva, Dios no se arrepentirá del juicio que ha anunciado por medio de Sus profetas.  Este fue el caso en los días de Noé.  El evangelio fue proclamado por más de 100 años; pero una vez que Dios cerró la puerta del arca, ya había terminado el tiempo del arrepentimiento y había llegado el tiempo del juicio.  Ciertamente, Dios no “cambiará” con respecto al juicio, una vez que ha concluido el tiempo para el arrepentimiento.  No se equivoque confiando la gracia y la misericordia de Dios al darse demasiado tiempo para arrepentirse como una evidencia de apatía divina y de que Dios no juzgará a los hombres por sus pecados.  El juicio es cierto y seguro para los pecadores que se rebelan en contra de Dios.

«Aquí hay terror para los impíos.  Aquellos que desafían a Dios, que quebrantan Su ley, no se preocupan de Su gloria, sino que viven su vida como si Él no existiera, pensando que en el último día cuando lloren pidiendo misericordia, Dios alterará Su voluntad, revocará Su palabra y rescindirá de sus espantosas amenazas.  No, Él ha declarado:  “Pues también yo procederé con furor; no perdonará mi ojo, ni tendré misericordia; y gritarán a mis oídos con gran voz, y no los oiré”  (Ezequiel 8:18).  Dios no se negará a Sí mismo para gratificar sus concupiscencias.  Dios es santo y por lo tanto, invariable.  Por lo tanto, Dios odia el pecado, lo odia eternamente.  Y por eso la eternidad del castigo para todos quienes mueren en sus pecados».

La inmutabilidad divina, al igual que la nube que se interpuso entre los israelitas y el ejército egipcio, tiene un lado oscuro como uno claro.  Asegura la ejecución de Sus amenazas tanto como el desarrollo de Sus promesas y destruye la esperanza que acarician los impíos, que Él será indulgente hacia Sus frágiles y erradas criaturas y que estos serán tratados con mucha más liviandad que como lo declara Su propia Palabra.  Nos oponemos a estas presuntuosas y falsas especulaciones.  La verdad solemne es que Dios es invariable en veracidad y propósito, en lealtad y justicia (J. Dick, 1850).[5]

(5)   Con frecuencia los impíos hacen mal uso de la inmutabilidad de Dios, haciendo de ella un pretexto para vivir en el pecado sin temer el castigo.  Los hombres y mujeres pecadores a menudo abusan de la inmutabilidad de Dios.  El Dios inmutable es Uno que es el sostenedor de todas las cosas.  Por supuesto, todas las cosas permanecen desde la fundación del mundo (Colosenses 1:16-17; ver también 2ª Pedro 3:3-4).  La constancia del mundo en el cual vivimos, es un asunto de la gracia común y esta constancia testifica Su bondad y gracia.  Los no creyentes malinterpretan la consistencia del orden de la creación, haciendo de ella ‘una prueba’ de que Dios no juzgará al mundo por su pecado (2ª Pedro 3:3-4).  Entonces, ¿cómo podemos estar seguros de Su juicio?  (1) Porque la Palabra de Dios nos advierte del juicio y la Palabra de Dios, al igual que Dios, no cambia.  (2) Porque la historia de la Biblia está llena de ejemplos de la intervención de Dios en la historia humana juzgando sus pecados.  Este juicio tiene a veces una forma espectacular, tal como lo vemos en el diluvio (Génesis 6-7) o en la destrucción de Sodoma y Gomorra (Génesis 19).  Otras veces, el juicio es retrasado de manera que los hombres puedan arrepentirse y ser salvos.  Y otras veces, el juicio de Dios llega en una forma en que no se le reconoce como un juicio divino.  Este es el caso en Romanos 1:18-32.  La ira de Dios es evidente al permitirle a los hombres sufrir la degradación y la corrupción del pecado de manera que se contaminan tanto en el cuerpo como en la mente.  Él juzga a los pecadores permitiéndoles persistir en su pecado sin interrupción divina, cosechando así el torbellino de consecuencias por su pecado.  En el día de hoy, en nuestra cultura muchos consideran la inmoralidad, la perversión y los pensamientos torcidos, como progreso, como una bendición.  Pero debemos considerarlos por lo que son —juicio divino— una pequeña muestra de lo que vendrá.

(6)   El Dios inmutable es el único medio por el cual los hombres pecadores pueden ser cambiados para poder entrar en las eternas bendiciones de Dios.  Mientras Dios no cambia, los hombres pecadores deben cambiar para entrar el reino de Dios.  Este ‘cambio’ va de un hombre que es un vil pecador, que merece la eterna ira de Dios, a un pecador perdonado, que ahora está vestido en la justicia de Dios, por medio de su fe en Cristo.  Es Dios quien provee los medios mediante los cuales los pecadores pueden cambiar transformándose en una nueva creación, perdonado, justificado, teniendo una esperanza no perecible.  Lo que se requiere de los hombres, es que se arrepientan, dejar de pensar y actuar como lo hicieron alguna vez, reconociendo sus pecados y confiar en Jesucristo.

No son las buenas obras que hacen los hombres, las que ganan el favor de Dios.  Más bien, es le buena obra que Dios cumple en nuestras vidas, el resultado de Su bondad y de Su gracia.  El único cambio que Dios aceptará, es el cambio que Él produce en y a través nuestro, por medio de la obra de Cristo y del Espíritu Santo.  No hay mayor espanto que saber que somos pecadores y que Dios no sólo odia el pecado, sino que Él ciertamente juzgará a los pecadores.  Para los pecadores no hay consuelo que pueda encontrarse en la inmutabilidad de Dios.  Pero para aquellos que han confiado en la provisión de Dios para los pecadores, no hay mayor consuelo que saber que Dios nos ha elegido, nos ha llamado y nos ha prometido la salvación eterna que no cambia.



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