La verdad acerca del enojo
Cómo verse libre de esta peligrosa emoción
por Charles F. Stanley
El enojo es una emoción muy poderosa. Es un fuerte sentimiento de intensa molestia o indignación, como resultado de una amenaza, una injusticia o una ofensa, real o imaginaria. Dios nos creó a cada uno con la capacidad de enojarnos. Jesús se indignó por el comercio que había en el templo, y no dudó en manifestar su disgusto. Pero su manifestación de enojo fue justa (Mt 21.12). Hay una indiferencia entre esta ira y la furia ardiente contra otra persona.
Caín asesinó a su hermano porque estaba celoso y resentido (Gn 4.6). Jonás se molestó cuando Dios le ordenó que predicara arrepentimiento a los enemigos de Israel. Pero cuando obedeció, el pueblo de Nínive se arrepintió y se volvió a Dios. Esto irritó aún más a Jonás. Sus ojos no estaban puestos en la voluntad de Dios, sino en sus propios deseos y prejuicios. Se llenó de amargura (Jon 4.1-9) y, lamentablemente, ésta es la última escena que tenemos de su vida, una escena de hostilidad y de frustración.
En el primer capítulo de su carta a la iglesia primitiva, Santiago dice lo siguiente: "Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira no obra la justicia de Dios" (vv. 19, 20). Desde la perspectiva de Dios, la medida de una persona no está en lo que alcanza, o en los logros personales que acumula. Está en su carácter interno, en su fe en Cristo, y en su capacidad para vivir libre de las cosas que pudieran impedirle llegar a ser lo mejor posible. El enojo es una emoción que puede tener resultados terribles, que nos separa de la comunión con Dios (como sucedió con Jonás), o de los seres que amamos (como ocurrió con Caín). Además, el enojo puede impedir que alcancemos nuestras metas, como veremos en el ejemplo de Moisés
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Podemos enojarnos, pero no podemos pecar, Dios nos ha dado dominio propio para controlar nuetras emociones, no debemos de ser personas de reacciones, la Palabra nos dice que aun el necio cuando calla es contado por sabio. Pensemos antes de hablar y hablemos siempre con palabras saturadas de amor, recordemos que fuimos llamados a ser pacificadores y debemos siempre de luchar por mantener la unidad y la armonía.
Perla
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