Siempre deje una luz encendida
Lo que podemos hacer para que nuestros pródigos regresen al hogar.
A veces, la vida nos tiende emboscadas. Hace diez años se me pidió que hablara en un evento en Inglaterra llamado Cómo traer a casa a los pródigos. Sabía que sería un día de oración, pero, aparte de eso, no tenía idea de lo que me esperaba.
Miles de personas asistieron, y cada una de ellas tenía un pródigo al que amaba: un hijo, un esposo, un hermano e incluso un padre.
En el frente del auditorio había sido levantada una cruz enorme. Después de un tiempo de adoración, todos fueron invitados a escribir el nombre de su ser querido en una pequeña tarjeta, y a colocarla al pie de la cruz. Luego me dirigí a orar por los que estaban parados allí, y vi cientos de tarjetas. En ese momento me pareció que todo el dolor del mundo estaba al pie de esa cruz. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando las leía, una tras otra. Me preguntaba qué historia habría detrás de la frase: "Señor, trae a casa a mi hijo Guillermo", o la nota que decía simplemente: "Mi esposo".
En ese tiempo, mi esposa Dianne y yo teníamos un dolor en el corazón por nuestros dos hijos, así que escribí los nombres de Katie y Lloyd, los puse lado a lado debajo de la cruz, y comencé a llorar. No podía parar.
Cuando hablé luego ese día, yo era un hombre diferente al que había entrado horas antes al auditorio. El mensaje que prediqué no era el bien organizado que había preparado con todas las respuestas. No. Fue un mensaje producto de mi quebrantamiento y de la sensación de absoluta dependencia de Dios.
Esa noche, mi corazón fue atrapado por un mensaje de esperanza, reconciliación y sanidad que, desde entonces, se ha convertido en mi pasión. Con los años, he sido testigo del dolor que padecen los que esperan ver volver a casa a sus pródigos, y nunca me cansaré de ofrecerles esperanza. Si usted está viviendo esto, quiero animarle a hacer algunas cosas importantes.
por Rob Parsons