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Perspectiva Cristiana del Amor Conyugal
El amor conyugal es la relación más íntima, satisfactoria y completa que pueden experimentar un varón y una mujer, en el contexto del matrimonio, un compromiso absoluto de fidelidad, mutuo apoyo y sujeción a Dios. Por esa razón el enemigo ha enfocado todo su poderío para destruir el matrimonio y para abusar de la capacidad sexual de los individuos fuera del orden divino.
En el acto de amor conyugal ambos se entregan totalmente el uno al otro, confiando sus cuerpos, sensaciones y emociones sin barreras ni tapujos de ninguna clase. Esa completa vulnerabilidad es prácticamente imposible de obtener de otra manera, y merece la protección de un pacto inquebrantable de lealtad y de unidad superior a toda otra relación humana. En el acto de amor conyugal el marido y su mujer alcanzan a experimentar la fusión total de un abrazo que los hace realmente “uno”, ya no más dos, sino uno. Y, naturalmente, de ese abrazo se engendran seres que poseen las características genéticas del uno y del otro en una combinación única e inexplicable.
El amor conyugal tiene que ser cultivado con inversiones constantes, diarias, intencionales, de gestos y ocasiones que refuerzan, confirman, adornan y expresan el amor. Aquí la creatividad de los cónyuges puede desplegar toda su gama, en cariños, recuerdos, momentos, lugares, ocasiones y gestos especiales, que dan significado y textura al amor mutuo. La comunicación, íntima, constante, positiva y sincera es el elemento principal, ya que el amor es una relación, y las relaciones se nutren de la comunicación. Los estilos de comunicación varían de persona en persona y de pareja en pareja, pero la prioridad de estar juntos, vivir juntos y enfrentar los retos juntos es constante. Hay quienes hablan, ríen, juegan, disfrutan de experiencias juntos sin hablar, etc. Todo es factible si conduce al mutuo conocimiento, deleite y crecimiento.
Algunas veces el marido busca que su mujer lo complazca valiéndose de argumentos religiosos, demandando que ella cumpla su “deber”, supuestamente para honrar a Dios como si estuviera bajo una obligación espiritual. Ese argumento es legalista y opresivo, en lugar del mandamiento del amor que es liberador. Este tipo de “ministración” es egoísta y auto-complaciente. Lo espiritual sería que ejerza la paciencia y longanimidad de Cristo, entregando su vida por ella, “para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5:25).
En el matrimonio cristiano, cada consorte debe de preocuparse por cumplir SU deber, dejando en manos de Dios el poder de ayudar al otro a cumplir el deber propio. “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25). “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a si mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia…. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros también ame a su mujer como a sí mismo y la mujer respete a su marido (Efesios 5:28-33).
(1) Recuerdo al General (en retiro) Paul Cerjan, quien al aceptar la presidencia de Regent University en Virginia exhortó a los profesores compartiéndoles una advertencia que él recibiera como un joven oficial. Según nos contó, un viejo General le dijo: “No puedes comandarlos, si no los amas.” Y agregó nuestro presidente: “Uds. no podrán enseñarles, si no los aman.” (2) 33 veces hace referencia a ello tan sólo en el Evangelio de San Juan
José L. González
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