Todo procede de Dios
Porque todas las promesas de Dios
son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de
Dios. Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió,
es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del
Espíritu en nuestros corazones.
2 Corintios 1:20-22
Aquella pobre chica,
fue abusada, engañada, y burlada, por una persona sin escrúpulos que se
aprovechó de su inocencia y confianza. Esa chica, se dio cuenta del contubernio
de la vida y se retiró al Señor. En su casi aislamiento, paró mientes un hombre
de bien, que vio que aquello era lo que le convenía, y tomándola por esposa la
transformó, y él mismo también lo hizo.
No resplandecieron tanto al
principio, pero su llama fue más serena y duradera. No son los dones naturales
de los hombres ni la «fortuna» lo que establece la dicha o la desdicha de los
hombres. En Eclesiastés 8:10 se dice: He visto a los inicuos
sepultados con honra; mas los que frecuentaron el lugar Santo, fueron puestos en
olvido. Y ello es fácilmente comprobable.
No se trata de dejar
indolentemente de hacer. Hay que esforzarse en realizar todo lo que de bueno se
pueda, esté al alcance de nuestras fuerzas, y con justicia; eso no es fácil en
este mundo. El fatalismo inerte no es lo nuestro ni mucho menos. Todo lo que
te viniere a la mano, hazlo según tus fuerzas, se dice en Eclesiastes 9:10. Pero entendiendo bien que ni de
los ligeros es la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el
pan, ni de los prudentes las riquezas. Eclesiastes 9:11
En resumen, se trata de
trabajar en paz, confiar y esperar en paz. Hacer nuestra parte, y esperar que
Dios haga la suya. Por ello, y con la mirada puesta arriba, donde está Cristo a
la derecha del Padre, hagamos lo que podamos con todo entusiasmo, pero
serenamente y con paz.
Sabemos que cuando Cristo, nuestra vida, se
manifieste, nosotros seremos manifestados con Él en
gloria.
Colosenses 3:4.
Alabemos a Dios por
su obra y su misericordia, y recordemos las palabras tan bellas de Eclesiastes 12:6-7: Antes que la cadena de plata
se quiebre, y se rompa el cuenco de oro y el cántaro se quiebre junto a la
fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo, y el polvo vuelva a la tierra, como
era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.
Dichoso aquel a quien
es dado ofrecer su juventud preciosa al Señor, y que El la reciba. (R.M.B.)
Rafael
Marañón
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