¿Asombrada? Sí. ¿Maravillada? Lo estoy logrando.
Parte final
"Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido [hecha]; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien" Sal 139.14 Biblia de las Américas
por Mary E. DeMuth
La Madre Teresa de Calcuta dijo que encontramos al Señor Jesús en el "disfraz que oculta al dolor". ¡Qué triste que dejemos de ver a Dios por darle más valor a la belleza exterior que a la belleza verdadera! Me pregunto cuántas veces se nos ha aparecido el Señor Jesús en lo feo, y hemos desviado la mirada.
Estar conscientes de la eternidad. Siempre que me preocupo por mi aspecto, pienso en el cielo, y en el hecho de que este cuerpo perdurará. Pablo habla de la confianza que debemos tener los cristianos: "No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Co 4.18).
Todo lo que veo en el espejo es temporal. Pero lo que elijo hacer con este cuerpo que Dios me ha dado, es lo que va a perdurar. Me temo que mi preocupación lo que hace es añadir más a la madera, el heno y la paja que Pablo menciona en 1 Corintios 3.12, 13: "Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará".
No seamos consumidas por la preocupación por este cuerpo que se está desvaneciendo, seamos consumidas por el fuego de la prueba de Dios. Esforcémonos por vivir una vida digna de las palabras de Jesús: "Bien, siervo bueno y fiel" (Mt 25.23). Como seguidoras de Cristo, debemos dar más valor a la fidelidad que a la lozanía, y al servicio más que a nuestro aspecto.
Elogiar la belleza de otras. Cuando noto que me estoy poniendo triste por mi aspecto, una de las mejores maneras de superarlo es mirando a los demás bajo una luz diferente; felicito a una amiga que acaba de perder peso; les digo a las mujeres mayores que se ven hermosas. Me esfuerzo por destacar la belleza cuando la veo.
Esto nos ayuda a dejar de pensar solo en nosotras mismas, y animar a otras mujeres, muchas de las cuales probablemente sufren también de problemas de baja autoestima. Al hacerlo, usted imitará a Pablo cuando escribió: "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" (Fil 2.3, 4).
Estar satisfechas en el presente. Aprenda a regocijarse por ser quien es, y por la manera en que luce. Piense en esto: ¡Hoy usted está más joven que mañana! Viva, no para lo que "ha sido", sino para lo que es en el presente. Cambiar la manera de verse ahora le ahorrará un montón de malos recuerdos innecesarios, y le ayudará a esperar con confianza lo que Dios le tiene reservado.
El secreto del contentamiento es aprender a vivir el momento, regocijarse por el aire que llena nuestros pulmones, y dar gracias a Dios por los años que nos ha dado de vida.
Esforzarse por tener belleza interior. Necesitamos recordarnos a nosotras mismas que Dios mira el corazón. Por tanto, nuestra meta en la vida debe ser procurar la clase de belleza que Él premia, y tener un corazón que busca de Él, un corazón lleno de compasión, paciencia y bondad. Visualice el futuro con un montón de nietos y quizás algunos biznietos. En ese momento usted será una anciana. ¿Tendrá las "líneas de la sonrisa"? ¿Los niños querrán lanzarse a sus brazos, porque irradiará la irresistible imagen de Jesús? ¿Tendrá un corazón hermoso?
Cuando pensar en la vejez me causa desencanto, recuerdo el rostro surcado de arrugas de la Madre Teresa, y el amor que compartía sin reservas. Mi esposo la conoció en Calcuta, cuando él trabajaba en uno de sus hogares para moribundos. Le pregunté qué pensaba de ella: "Era más pequeña de lo que yo pensaba", me dijo, "y muy anciana, pero me bendijo". Mi marido nunca olvidará su toque de bendición, lo gastadas que estaban sus manos, y la luz que brillaba en sus ojos. Era hermosa de adentro hacia afuera.
Así que, dese a usted, y dé a quienes la rodean, un regalo hoy. Descanse en el maravilloso cuerpo que Dios le ha dado. Póngase en paz con su imagen. Regocíjese por la salud que tiene. Confíe en que el Señor hará hermosa su alma. Y muestre al mundo esta verdad radical: los creyentes están satisfechos con su aspecto físico.
El Gálatas 2.20, el apóstol Pablo afirma: "La vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Le animo a que usted también viva por fe en nuestro Salvador. Que aproveche las oportunidades que le da, para ayudar a otros a ser lo mejor que pueden ser. Así encontraremos la verdadera vida. Que Dios le bendiga mientras le busca y le sirve de todo corazón.
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