Palpita mi
corazón, mis fuerzas me abandonan.
Oye,
oh Dios, mi clamor; atiende a mi oración. Desde
los confines de la tierra te invoco, cuando mi corazón desmaya.
Condúceme a la roca que es más alta que yo.
Y El me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona
en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en
mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me
complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en
persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy
débil, entonces soy fuerte.
Pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo, y empezando a hundirse
gritó, diciendo: ¡Señor, sálvame! Y al instante Jesús, extendiendo
la mano, lo sostuvo y le dijo: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?
Si
eres débil en día de angustia, tu fuerza es limitada.
El
da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor.
El eterno Dios es tu refugio,y debajo están los brazos eternos.
Fortalecidos con todo poder según la potencia de su gloria.
Sal. 38:10; 61:1,2 II Co. 12:9,10 Mt. 14:30,31 Pr. 24:10
Is. 40:29 Dt. 33:27
Col. 1:11
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