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De: Perla  (Mensaje original) Enviado: 12/06/2010 00:56

¡No te metas!

 
Por Maly de Bianchi
 
Acabo de recibir un correo electrónico con el título «Cuando los hijos dicen a los padres “¡No te metas!”». Una frase en especial me llamó la atención. Una madre le decía al hijo: «Me dices que no me meta en tu vida y has sido tú quien te metiste en la mía…». La leí una y otra vez. «Tú te metiste en la mía y hoy no quieres que yo me meta en la tuya…». Empecé a pensar que hoy está muy de moda que los padres culpen a los hijos por los sacrificios que han hecho por ellos. Sinceramente, no comprendo a los que hacen este tipo de reflexiones —o como las quieran llamar— y responzabilizan a sus hijos por existir. La realidad es que ellos no se meten en la vida de los padres. Somos nosotros, los adultos, maduros y conscientes del anhelo de tener hijos los que los traemos al mundo.

 

Sin embargo, cuando las cosas no salen como las hemos soñado, algunos son capaces de decirle a su hijo «¡Te metiste en mi vida!», como si fuera un usurpardor, un ladrón, un atrevido, como si hubiera tenido pies para correr y entrar a nuestra matriz por sí solo. ¿Acaso no es un acto de amor entre los padres concebir una vida? ¡Qué forma más escabrosa de echarle el lodo de nuestros errores al hijo, haciéndolo culpable!

 

Esto me recuerda cuando mi madre, que me había tenido de muy joven y estaba defraudada por su propio error, me gritaba cosas similares: «Yo no te pedí», «tú me has desgraciado la vida…» ¡Cuánta culpa embarga el corazón del hijo, aunque sepa claramente que no pidió venir al mundo! ¿Cómo es posible que los padres no comprendan que ese hijo, producto del deseo de paternidad o de una imprudencia, es luego el resultado de la educación que le han brindado, que no es culpa de él la conducta que adopte, sino responsabilidad de los padres?

Estimados padres, reaccionemos ante nuestra realidad. Cuando envíen sus reflexiones, tengan cuidado en cómo lo hacen. No juguemos a ser víctimas. «¿Tú te atreves a decirme que no me meta, después de lo que yo sufrí en tu embarazo?» ¿Y qué culpa tiene el hijo de que a la madre no le haya ido bien en esa gestación?, ¿se pasará la vida echándoselo en cara?

 

El hijo crece y a los padres, que probablemente no pusieron límites a tiempo, se les escapa de las manos. Y un día, se siente con la libertad de decir a su madre: «¡No te metas!». Muchas veces, lo que le está diciendo entre líneas es: «Mamá, tú nunca me has puesto atención, le has dado más valor a otras cosas que a mí y ahora me vienes a decir lo que debo o no debo hacer. Has perdido mucho tiempo, madre, y lo quieres redimir en unos momentos, cuando te has dado cuenta de que ya es tarde, de que nunca me brindaste tu amor, tu confianza… Madre, no te metas». Detrás de esta frase, hay un profundo dolor.

 

En otras ocasiones, estas palabras van dirigidas a padres que quieren usurpar un espacio ganado por los hijos. Muchas veces no permitimos que nuestros hijos crezcan. Ya hemos transmitido valores y principios, hemos puesto los rieles y hemos mostrado el camino. Entonces llega el momento de darles más libertad, de dejarlos volar. Sin embargo, sentimos miedo. ¿Por qué? Si hemos hecho lo que hemos podido y debido hacer, tenemos que tener confianza en ellos. Necesitan su espacio para experimentar en la vida, tal como en otra época reclamamos nosotros el nuestro. Darles nuestra confianza no quiere decir perder autoridad sobre ellos para corregirlos. Sólo significa no asfixiarlos, permitirles vivir su propia vida. Los padres que han invertido tiempo en sus hijos, en cantidad y en calidad suficientes, siempre estarán en el corazón de ellos y podrán decirles con libertad: «¡Cuidado, no desvíes tu camino!». Pero aquellos cuya inversión ha sido pobre, ¿con qué autoridad podrán decir nada? ¿Con la culpa?

 

La culpa es la herramienta más ingrata, mala, difamadora, engañadora que yo he conocido. Con esa herramienta torcerán el corazón de sus hijos, que cargarán con responsabilidades que no les pertenecen y deberán lidiar con ello por siempre. Esas responsabilidades son de los padres, que las deben soportar con madurez y no delegar en sus descendientes los problemas que no pudieron resolver.

 

¿Qué han edificado ustedes como padres? Si hoy su hijo ha crecido, ya no pueden hacer nada. Todo tiene un tiempo que no es posible hacer retroceder con nada. La vida avanza. O avanzamos con ella, o nos quedamos atrás en el tiempo. Y si es así, ya no se recupera, las oportunidades se dan una sola vez. Haga hoy lo que tiene que hacer, no lo deje para mañana porque puede ser muy tarde. Las reglas de la vida siempre son iguales, en nada han variado y en nada variarán.

 

He aquí, heredad de Jehová son los hijos; recompensa es el fruto del vientre. Como flechas en la mano del valiente, así son los hijos que se tienen en la juventud. Bienaventurado el hombre que llena de ellos su aljaba (Salmo 127, 3-5a).



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