Gócese en Dios.
A los cristianos se les dice que se regocijen, no en lo que causa su sufrimiento, sino en el Señor. Esto no significa negar nuestro dolor, sino una oportunidad para confiar y alabar a Dios en medio del mismo. En vez de concentrarnos en la situación que causa nuestro sufrimiento, fijemos nuestros ojos en Cristo. Después veremos las bendiciones que pueden alegrarnos el corazón.
Primero, podemos deleitarnos en nuestra relación con el Señor —nuestros pecados son perdonados y nuestros nombres están escritos para siempre en el cielo (Lc 10.20). El sufrimiento de esta vida no es comparable con la gloria que nos espera (2 Co 4.17, 18). ¡Alabado sea Dios porque nuestro destino es el cielo!
Segundo, podemos regocijarnos por la presencia del Espíritu Santo en nosotros. Él nos da el poder para superar cualquier dificultad o pérdida, y produce su fruto espiritual en las vidas de todos los que se someten a su control. Podemos alabar a Dios por la transformación que Él está produciendo en nosotros mientras fortalece nuestra fe y obediencia por medio de las adversidades (Ro 5.3-5).
Pero el mayor objeto de nuestro gozo es el Señor mismo. Cuando pensamos en su amor incondicional, en su fidelidad inquebrantable, y en su compasiva indulgencia, ¿cómo no alabarle con alegría? Él nos ha dado promesas maravillosas, y nunca dejará de cumplirlas. Cada vez que su Palabra es hablada o leída, es una ocasión para celebrar. Jesús dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Jn 15.11).
El gozo perdido.
Si nuestros ojos están puestos en el Señor, nunca nos faltarán razones para regocijarnos, pero si comenzamos a centrarnos en nuestros sentimientos o circunstancias, nuestro espíritu decaerá. He conocido a muchos cristianos que han perdido el gozo. Tristemente, algunos incluso nunca lo tuvieron, a pesar de ser salvos. Algunas personas melancólicas me han dicho: “Bueno, esta es mi personalidad. Así es como Dios me hizo”. Pero sabiendo que Cristo quiere que rebosemos de gozo, y que la Biblia nos manda a regocijarnos, he llegado a esta conclusión: los creyentes que no tienen gozo es porque han elegido ese estilo de vida.
Los cristianos podemos perder nuestro gozo por muchas razones. Algunas personas se deprimen por el sufrimiento. Cuando las emociones nos abruman y hacen que nos centremos en nuestro dolor, la vida parece no tener esperanza. Pero la salida de la desesperación es por medio de un acto de fe: decidir alabar a Dios cuando eso sea lo último que quisiéramos hacer. La fortaleza viene cuando nos deleitamos en Dios.
Cuando un ser querido está sufriendo, podemos pensar que no es correcto sentirnos gozosos. Pero, puesto que Dios nos llama a regocijarnos en Él en nuestras pruebas, podemos sin duda seguir deleitándonos en medio del dolor. En realidad, demostrar gozo en tiempos de aflicción puede ayudar a otros a poner sus ojos en Jesús.
Vivir en el pasado o en el futuro es otra manera de perder el gozo. Algunas personas no pueden dejar atrás los fracasos o los errores del pasado, mientras que otras viven con temores acerca del futuro. Ambas actitudes roban el contentamiento y la paz. Dios nos llama a disfrutar de la gracia que nos da en el presente, y no a estar pensando todo el tiempo en “qué habría pasado si” o “si tan solo” . Los remordimientos pueden ser silenciados aceptando el perdón de Cristo. Los temores son vencidos por la fe en la promesa del Señor de que Él se ocupará de nuestro futuro (Mt 6.33, 34).
Uno de los mayores supresores del gozo es el pecado. Un creyente que vive en desobediencia, no puede experimentar alegría. Puede experimentar algunos períodos de felicidad, pero el contentamiento sereno estará ausente. El remedio para el pecado es siempre el mismo: el arrepentimiento sincero. A quienes se humillan y vuelven al Señor, les espera gozo.
La voluntad de Dios es que usted encuentre su deleite en Él. Si cada día se ha convertido para usted en una lucha, reclame por fe el gozo del Señor que está disponible para todos los cristianos. Tome la decisión de regocijarse en Él, no importa cuál sea su situación.
Preguntas para un estudio más a fondo
No es la presencia o la ausencia de problemas, sino nuestra respuesta, lo que determinará si experimentaremos o no el gozo de Cristo.
- ¿Cómo respondieron los israelitas a las duras condiciones (Nm 14.1-4)? ¿Qué sucedió
como resultado de su actitud y conducta (vv. 26-33)?
- Lea Romanos 5.3-5, Santiago 1.2-4, y 1 Pedro 1.3-8. ¿Cómo debemos responder a las
pruebas? ¿Qué bendiciones quiere dar Dios por medio de nuestras dificultades?
- Lea 2 Corintios 4.7-18. ¿Qué muestra Dios en nosotros en tiempos de aflicción (v. 7)?
¿Qué perspectiva eterna ve usted en los vv. 16-18? ¿Cómo puede este conocimiento condicionar su respuesta a las dificultades?
- Lea Salmo 13.1-6. ¿Qué estaba pensando y sintiendo David en los vv. 1-4? ¿Cómo
cambiaron su actitud y su perspectiva cuando se centró en el Señor (vv. 5, 6)?
- Jesús es descrito como varón de dolores (Is 53.3). ¿En qué se enfocó Él durante su
más severo sufrimiento (He 12.1-3)? ¿Dónde puso su confianza (1 P 2.20-23)? ¿Cómo puede usted seguir su ejemplo?
- Lea 2 Corintios 12.7-10. ¿Cuál era la fuente de fortaleza de Pablo para soportar el
sufrimiento? ¿Cuál era su actitud hacia la debilidad y las dificultades?
Dr. Charles F. Stanley
|