A la edad de 30 años estaba lista para darse por vencida. Escribió en su diario: "Mi Dios, ¿qué va a ser de mí? Lo único que deseo es morir."
Pero las oscuras nubes de la desesperación dieron paso a la luz, y con el tiempo descubrió un nuevo propósito para vivir. Cuando murió a la edad de 90 años, había dejado una marca en la historia. Algunos creen que ella y los que introdujeron los antisépticos y el cloroformo a la medicina hicieron más que nadie para aliviar el sufrimiento humano en el siglo XIX. Su nombre era Florence Nightingale, fundadora de la profesión de enfermería.
Job llegó a desear no haber nacido (2:1-3). Pero gracias a Dios, no terminó con su vida. Así como Florence Nightingale salió de su depresión y encontró maneras de ayudar a los demás, así también Job supero su aflicción y su experiencia se ha convertido en fuente de interminable consuelo para las almas que sufren.
Tal vez te encuentres en un punto en que no quieras seguir. El ser hijo de Dios intensifica tu desesperación, pues te preguntas cómo es que un creyente puede sentirse tan solo y abandonado. No te des por vencido. Llegar al final de ti mismo emocionalmente podría ser la experiencia más dolorosa que hayas tenido. Pero anímate. Aférrate al Señor por fe y comienza de nuevo. Dios puede usar esta manera de "empezar desde el final"
Martin R. De Haan
El que no tiene esperanzas... en Cristo la encuentra! Job sufrió mucho y fue despojado de todo lo que tenía pero al final fue restaurado y se convertió en mediador a favor de sus amigos Santiago nos exhorta a ser pacientes y perseverantes como Joby afirma que la intención de Dios hacia Job era buena, así lo es para nosotras (Stg. 5.11)