ECO
INMORTAL
“Pero
sucedió que, mientras iba de camino, estando ya muy cerca de Damasco, le rodeó
de pronto una deslumbradora luz celestial. Cayó a tierra, y oyó una voz que le
decía: ¡Saulo, Saulo!, ¿por qué me persigues? Él preguntó: ¿Quién eres, Señor?
La voz le contestó: Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.
(Hechos
9:3-5)
Hoy medito en lo que debió haber sentido Saulo cuando de camino a
Damasco escuchó la voz de Dios que le decía: “¿por qué me persigues?” Ese
encuentro extraordinario marcó la vida de Saulo de tal manera que hasta su
nombre fue cambiado al de Pablo. De perseguidor se convirtió en seguidor,
evangelista y misionero del Dios al que un día escuchó hablar y del cual recibió
la invitación a servirle de verdad. Es que cuando nuestro corazón y oídos
escuchan la voz de Dios nuestras vidas son transformadas de manera
extraordinaria. Es que a Su presencia tiembla la tierra y se estremece el alma
de emoción. Y pensando en todas estas cosas, en lo que implica escuchar la voz
de Dios, escribí estas palabras que espero sean de bendición y edificación a sus
vidas.
ECO INMORTAL…
Escuché tu eco inmortal, ese que me atrajo hasta
ti.
Lo escuché en medio del silencio que me consumía y que guardaba.
Al
escucharlo me envolvió tu suave melodía que me invitaba a recibir tu amor en mi
corazón, a liberarme de la ansiedad y de las penas.
Yo decidí aceptarte,
regenerarme en ti, ser transformada, tener una vida nueva por el poder de tu
gracia en mi vida. Y desde entonces, ese eco late en mi corazón, arde cual
fuerte llama que ni el río más inmenso puede lograr apagar. Tú te fusionaste
hasta en mis células, me saturaste con tu perfume divino y ahora huelo a
ti.
Ese eco trajo luz y vida, fue cual manantial de agua fresca, que
inunda, sacia y llena el alma de alegría. Ahora mi voz interpreta una melodía
totalmente nueva y diferente a la tristeza.
Tras mi búsqueda en ti, poco
a poco el eco se fue haciendo más audible, hasta que escuché más claro y
reconocí que tu voz me hablaba, que me indicaba que camino seguir y nació el
anhelo en mí de querer conocerte cada día más y más.
Tu eco no muere,
vive siempre en mí. Aún cuando pareciera que estás lejos, me recuerda que estás
cerca. Me acaricia como el viento, me da serenidad y fuerzas para seguir
luchando. Me evoca a experimentar el sentimiento de que otros también quieran
escuchar tu eco para que te vuelvas eterno en sus vidas, así como te has vuelto
inmortal en la mía.
Autora:
Brendaliz Avilés