Todos tenemos ambiciones y deseos. Y aunque ellos no son
necesariamente malos, debemos analizar nuestras
prioridades. ¿Dónde invierto mi tiempo y mis energías?
¿Qué cosas o quiénes ocupan mis pensamientos? Pero, por
más importantes que sean las responsabilidades y las
relaciones terrenales que tengamos, no pueden compararse
con el valor de una vida dedicada a buscar al Señor.
Primero que todo, pensemos en lo que significa buscar
algo. La palabra denota un fuerte deseo y una búsqueda
enérgica para tenerlo. Suponga que usted descubrió una
mina de oro en su propiedad. No daría una tranquila
vuelta de vez en cuando para verla. No. Se buscaría un
equipo para explotarla, y cada día se afanaría por sacar
el precioso metal de las piedras.
De igual forma, buscar al Señor no se trata de tener un
encuentro fugaz y ocasional con Él, sino esforzarse al
máximo por conocerle más íntimamente y seguirlo más de
cerca. Quienes buscan sin reservas esta clase de
comunión con Dios, están decididos a pasar tiempo con
Él; quieren también abandonar todo lo que pueda ser un
obstáculo para crecer en su relación con el Señor. Los
seguidores fieles de Dios reclaman audazmente sus
promesas, y confían en que Él cumplirá su palabra. Sus
experiencias con el Señor les dan una satisfacción
grandiosa que hacen que tengan más hambre de Él.
La vida cristiana ha de ser una búsqueda de Dios.
Disfrutar de la salvación y mantenerse inactivo, sin
acercase más a Él, es perderse los tesoros que hay a
nuestra disposición en Cristo. Quienes le buscan pronto
descubren que conocerle es la recompensa más grande de
todas.
Charles Stanley
Ministerio Mujeres en
Victoria Somos
siervas de Dios que trabajamos por la restauración integral del Cuerpo
de Cristo y especialmente en la restauración de la mujer en todas las
áreas
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