Por haber venido Jesús del Padre a la tierra, Él tenía un conocimiento de primera mano de nuestro glorioso hogar futuro. Poco antes de morir, Jesús dijo a sus discípulos que estaba regresando a casa de su Padre a preparar un lugar para ellos, y que regresaría para llevarlos a su nuevo hogar (Jn 14.1-3). Desde ese día, los cristianos a lo largo de la historia han estado esperando su regreso.
Cuando un creyente muere, su alma es llevada de inmediato a la presencia del Señor para experimentar todos los goces y la comodidad del cielo (2 Co 5.6-9). Cristo vendrá con ellos cuando vuelva por su iglesia, y sus almas se unirán con cuerpos resucitados imperecederos (1 Ts 4.13-17). Quienes estemos vivos en ese momento seremos transformados; nuestros cuerpos, antes débiles, mortales y pecaminosos, se volverán gloriosos, inmortales y perfectos.
Si usted quiere saber lo que será su nuevo cuerpo, mire el cuerpo de Cristo después de su resurrección. No era un espíritu etéreo, sino carne y huesos; los discípulos pudieron verlo y tocarlo, e incluso comió con ellos (Lc 24.36-43). Pero lo mejor de nuestros nuevos cuerpos, es que estarán libres del pecado y de su maldición. Nunca más experimentaremos lucha interior para obedecer al Señor, ni viviremos con el dolor, el sufrimiento y la muerte como resultado de la caída de la humanidad.
Muchos años después de que Juan escuchara la promesa de Cristo de ir a preparar un lugar para los suyos, tuvo una visión del futuro. Vio un cielo nuevo cielo y una tierra nueva que habían sido purificados por completo de todo pecado. De pie sobre una alta montaña, vio a la Nueva Jerusalén descender del cielo. El lugar prometido estaba listo y preparado. Lo que vio estaba más allá de cualquier descripción humana, pero Juan se esmeró por poner esta visión celestial en lenguaje terrenal (Ap 21.1–22.5).
El brillo de la gloria de Dios resplandecía de la estructura, y sus fundamentos brillaban con diversos colores de piedras preciosas. Las puertas estaban hechas de perlas, y las calles eran de oro. Esta ciudad había sido diseñada por el Señor como el lugar donde Él y la humanidad compartirían relación estrecha y perfecta para siempre.
Aunque podemos tener dificultades para imaginar la estructura física de esta ciudad, no tenemos ningún problema para entender el significado de las cosas que no estarán en la Nueva Jerusalén. No habrá dolor, ni lágrimas, ni luto, ni muerte. Toda frustración, todo tedio, y todos los problemas desaparecerán. Nadie tendrá discapacidades, y nuestros cuerpos nunca envejecerán, ni se cansarán ni se enfermarán.
Dr. Charles F. Stanley
Si usted es una de esas personas que siente que nada la llena, que su vida está vacía, haga hoy mismo esta oración y empiece a experimentar una nueva vidacon Cristo Jesús:
Señor reconozco que soy un (a) pecador (a). Jesucristo murió en la Cruz, por mis pecados, para salvarme. Me arrepiento de todos mis pecados y te pido que me hagas una persona nueva a partir de este momento. Te entrego hoy mi vida. Amén
Si usted hizo esta oración comuníquese con nosotros y le enviaremos a la dirección que usted nos indique, material que le ayudarán a conocer más a Jesucristo, y a recuperar su verdadera identidad en Cristo Jesús.
Ministerio Mujeres en Victoria Somos siervas de Dios que trabajamos por la restauración integral del Cuerpo de Cristo y especialmente en la restauración de la mujer en todas las áreas
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