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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Perla  (Mensaje original) Enviado: 31/10/2011 20:42
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Simplemente una buena medicina

La oración en el lugar de trabajo

por Sandy Feit

Quince años atrás, cuando el neurocirujano David Levy, de San Diego, comenzó a ejercer su profesión,
consideró prudente mantener el trabajo separado de la espiritualidad. Al igual que muchos médicos,
onsideraba adecuado expresar su fe solo por medio de altos estándares de excelencia y de amabilidad.
Entonces, un sábado, se encontró en la silla del dentista.

Allí, en el desacostumbrado e incómodo rol de paciente, Levy se puso tenso al ver una aguja con anestésico.
Su libro, Gray Matter [Materia gris], describe ese momento crucial: “Mi amigo dentista sintió mi aprehensión,
me puso la mano sobre el hombro, y dijo una breve oración pidiendo a Dios que guiara sus manos durante e
l procedimiento. Una sensación de paz se apoderó de mí, y me relajé. La aguja no me dolió, como yo había
pensado que lo haría, el procedimiento fue excelente, y me fui a casa sintiéndome no solo calmado sino
además animado”. Pues sintió que Dios lo estaba inspirando a hacer lo mismo.

l confesar con una carcajada que los médicos suelen considerar que en cuanto a las inyecciones “más
bienaventurado es dar que recibir”, Levy reconoce que los procedimientos médicos son atemorizantes: “Es
natural que todos pensemos: Esto va a doler. Estoy solo y en un mundo desconocido. Bueno, en un hospital
o en un consultorio médico, resulta que usted está en mi terreno, y yo puedo ayudarle a sentirse mejor. Levy
se dio cuenta de que la oración era mucho más efectiva que las simples palabras: “Al evocar los recursos
espirituales de los pacientes, en realidad estoy usando lo que está en el arsenal de ellos, para ayudarlos
en el proceso”.

ADesde que añadió la oración a su rutina preoperatoria, Levy ha aprendido a sacar a colación el tema,
diciendo: “Tengo la costumbre de preguntar a todos mis pacientes antes de la cirugía si les gustaría orar.
¿Le parece bien a usted que lo haga? Esta práctica les da a ellos el poder de aceptarla o rechazarla
cortésmente. Si están de acuerdo, les ofrece algo más: “Yo puedo orar privadamente por mi cuenta, o
podemos orar juntos. ¿Qué prefiere?”

Levy dice que el consentimiento es necesario: “Para una cirugía, necesito un permiso firmado que me
autorice a invadir el espacio físico del paciente. Asimismo, necesito permiso para invadir el espacio espiritual
de alguien”. El cirujano actúa desde una posición de autoridad, y los pacientes saben que necesitan de él.
Levy hace esta advertencia: “Donde hay poder, hay un potencial para hacer mucho bien o para abusar del
mismo. Tenemos que tener mucho cuidado de que la oración por los pacientes no se convierta en un truco
de evangelización. Hay que ser amable con las personas; amarlas cuando están en crisis”.

Si el paciente está despierto después de la cirugía, Levy suele preguntarle: “¿Quiere dar gracias a Dios
porque la operación salió bien?” Una oración de gratitud susurrada en el oído del paciente les ayuda a ver el
amor del Señor y la protección para con ellos, aun cuando nunca hayan dedicado mucho tiempo para pensar
en Dios. El propósito de Levy es “de algún modo, hacer de esta aterradora experiencia que llamamos
‘cirugía del cerebro’, un regalo especial de Dios para ellos”.

Ministerio Mujeres en Victoria
Somos siervas de Dios que trabajamos por la restauración integral del Cuerpo de Cristo
y especialmente en la restauración de la mujer en todas las áreas 

 

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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Perla Enviado: 31/10/2011 20:45

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Simplemente una buena medicina

La oración en el lugar de trabajo

por Sandy Feit

Curva de aprendizaje

Ofrecer oración es una rutina ahora para Levy, pero no siempre fue así. Recuerda lo embarazoso que
fue su primer intento: “Mi corazón latía con fuerza. La idea de pedir a la persona que orara, el miedo a
ofender, y el ser rechazado —cambió la dinámica, por lo que me sentía muy inseguro al comienzo”.

Levy recuerda que la primera vez, decidió que le pediría a la paciente que orara, mientras que no hubiera
personal del hospital cerca. Así que vigilaba el puesto de las enfermeras, esperando una oportunidad.
Primero, revisó el historial de la paciente varias veces. Luego fingió que iba a hacer una llamada telefónica.
La última enfermera se marchó finalmente, pero justo cuando Levy se levantó, llegó el anestesiólogo.
Sentado de nuevo, el neurocirujano continuó revisando su celular, y aparentó estar muy ocupado.

Por fin, Levy vio su oportunidad, pero sabía que la paciente sería transportada en cualquier momento a la
sala de operaciones, por lo que se acercó rápidamente a la cama y le preguntó: “Sra. Jones, ¿estaría bien
con usted si hacemos una oración antes de su cirugía?” Ella miró a sus dos hijas, que estaban de pie
junto a la cama, se encogió de hombros, y dijo: “Sí”.

Poco seguro de lo que debía hacer después, Levy decidió copiar el ejemplo del dentista: “Toqué el hombro
la Sra. Jones, y oré: ‘Señor, tú hiciste estos vasos, y sé que puedes ayudarme a arreglarlos. Por tanto, te
pido la destreza y la sabiduría para hacer esta cirugía. Oramos por su éxito, en el nombre de Jesús. Amén”.

Cuando levantó la vista, Levy se sorprendió al ver que la paciente y sus hijas estaban enjugándose las
lágrimas. “Pero”, añade riendo, “las situaciones emocionalmente vulnerables no son nuestro punto fuerte,
por lo que hice lo que todo cirujano haría —dejé que la enfermera se encargara del asunto. Y, por supuesto,
ella entró y distribuyó pañuelos. Entonces pulsé el interruptor automático de la puerta, y me dispuse a operar”.

Levy dice que sintió más alegría haciendo esa operación, que la que había sentido en mucho tiempo. Hasta
entonces, el neurocirujano nunca había reconocido realmente ante un paciente que él no tenía el control. “Pero”,
dice, “ahora me doy cuenta de que puedo bendecir y honrar al paciente al ofrecerme a orar por él, diciéndole en
realidad: ‘Aunque soy bueno en lo que hago, en última instancia no soy yo quien tiene el control del resultado.
Pero me encantaría que usted y yo habláramos con Quien sí lo tiene’”.

Levy está descubriendo que la mayoría de las personas están de acuerdo con eso. Después de la cirugía, las
hijas de la Sra. Jones le dijeron: “Para mamá significó mucho que usted orara por ella. Eso le dio mucha paz.
Gracias por eso, doctor”. Levy se sintió inspirado, como si Dios le estuviera diciendo: “Estás en el camino
correcto. Ahora estás comenzando a bendecir a las personas siendo sinceros con ellas, orando por ellas,
e impartiendo paz”.

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Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Perla Enviado: 31/10/2011 20:49

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Simplemente una buena medicina

La oración en el lugar de trabajo

por Sandy Feit

Reacciones profesionales

Al comienzo, Levy temía que la sinceridad en cuanto a la fe dañara su reputación. En vez de eso,
descubrió que tanto los pacientes como los doctores lo respetan ahora más. Un colega, sin embargo,
considera coercitiva la práctica, comparándola con los bomberos que se niegan a extinguir un incendio
a menos que el dueño de casa se comprometa a orar primero.

Después de pensar en la acusación, Levy llegó a la conclusión de que la comparación era equivocada.
“Si un paciente entrara a la sala de emergencias con una hemorragia y yo gritara: ‘¡Deténganse! Nadie
lo toque hasta que hagamos una oración’, eso calzaría bien con su analogía. Pero lo siguiente sería más
preciso: La brigada antiexplosivos llega y dice: ‘Sabemos que hay una bomba escondida en su casa.
Somos buenos en lo que hacemos —hemos sacado bombas en el noventa por ciento de los casos.
Pero estoy dispuesto a reconocer que una cierta cantidad de esto está fuera de nuestro control. Usted
sabe que hay riesgos, y sabemos que esto significa mucho para usted. ¿Estaría bien, entonces, que
hagamos una oración? Usted no tiene que hacerlo, pero eso es lo que a nosotros nos gustaría hacer’.
Para mí, eso es lo que estoy haciendo: honrando a la persona, la “casa” [es decir, el cuerpo], toda la
situación. Esta analogía es también apropiada, porque la gente habla de aneurismas —que es lo que yo
más trato— como “una bomba de tiempo”.

La publicación de su libro ha hecho más pública la postura de Levy, y él reconoce que eso no lo hace
sentir cómodo. “Pero”, aclara, “creo que Dios está honrándome porque lo honro a Él”. Su esperanza es
que esa oposición pueda algún día llevar a una política en cuanto a la oración, poniendo así fin al temor
que hace que muchos profesionales creyentes se mantengan “escondidos”.

En realidad, a Levy le gustaría ver que no solo médicos, sino también abogados, contadores —cualquiera
que trate con las vidas y el sustento de las personas— reconozcan que incluso los profesionales más
calificados deben ofrecerse a orar si la persona está interesada. “Para nosotros los profesiones”, afirma,
“identificarnos de esta manera es atemorizante, porque el cliente tiene la oportunidad de decir: ‘No quiero
un hombre de fe’. Ofrecer una oración puede cambiar la situación, pero yo he descubierto que eso, por lo
general, mejora la relación”.

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