Oración sin palabras
Qué decir cuando las palabras fallan
por Tony Woodlief
Una vez, estando en un sucio hotel, cuando estaba tan cargado por la desesperación que no podía pensar sino en lanzarme por la ventana, encontré una oración que me ha sido útil desde entonces:
“Por favor”.
“Por favor”. Dios sabe lo que hemos hecho, y por lo que suplicamos. Pero lo más importante es que Él sabe lo que realmente necesitamos. Si usted pudiera pronunciar solo una frase —un cáliz en el que usted pudiera verter el deseo vehemente de su corazón— ¿podría encontrar una mejor frase que por favor?
“Por favor”, susurré en esa oscura habitación del hotel. “Por favor”.
No cantaron los ángeles, no apareció ninguna luz, y ninguna de las cosas rotas de esta vida fueron reparadas. Pero no salté de una ventana, y no abandoné la lucha por la esperanza de que Dios me ama, y ama a mis hijos. Recordé el resto del Salmo 22, las palabras que están después del desolado clamor del salmista: “Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó” (v. 24).
Un amigo mío, que perdió a su esposa y a su hijo en un accidente vial, me dijo que su oración en sus momentos de oscuridad es, simplemente: “Socorro”.
¿Qué padre de nosotros, al oír clamar a su hijo: “Por favor”, o “Socorro” no vendría corriendo? ¿Y qué padre de nosotros ama a sus hijos más de lo que Dios nos ama?
Lo que importa no es utilizar las palabras correctas, sino venir a Dios. ¡Qué pena es demorarse en venir a Él, o salir de su presencia demasiado pronto, todo porque no podemos encontrar las palabras “correctas”! Es mucho mejor decir por favor, o socorro, o aun mejor, Jesús, una y otra vez de rodillas, que no venir a Él en absoluto.
Conozco a algunas personas que oran con los salmos, que son oraciones inspiradas por Dios. Otros leen las oraciones de cristianos antiguos como Juan de Damasco, quien luchó contra el islam.
El creador del cielo y de la Tierra no necesita originalidad de nosotros. Vengamos con un “corazón contrito y humillado”, dice Salmo 51.17. En esto es que necesitamos enfocarnos. No en conseguir las palabras correctas, sino en tener un corazón recto.
Enséñanos cómo hacerlo, Señor, a pesar de nosotros mismos.
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