Perdonar... Así como yo he sido perdonado
Palabras de Inspiración con algunas reflexiones acerca del perdón.
"Esta mañana medite sobre el deseo de Dios de perdonarme, revelado en las palabras del Salmo 103,12: 'Tan lejos como está el oriente del ocaso, aleja Él de nosotros nuestras rebeldías". En medio de todas mis distracciones, fui tocado por el deseo de Dios de volver a perdonarme una y otra vez. Si volvía a Dios con un corazón arrepentido después de haber pecado, Dios estaba siempre allí para abrazarme y permitirme comenzar de nuevo. 'El Señor es compasivo y clemente, tardo a la cólera y lleno de amor'.
Es difícil para mí perdonar a alguien que realmente me ha ofendido, especialmente cuando ha sucedido más de una vez. Empiezo a dudar de la sinceridad del que me pide perdón por segunda, tercera o cuarta vez. Pero Dios no lleva la cuenta. Dios sólo espera nuestro regreso, sin resentimiento o deseo de venganza. Dios nos quiere en casa. 'El amor del señor es eterno'.
Quizás la razón por la que se me hace difícil perdonar a otros es que yo no creo totalmente que soy una persona perdonada. Si pudiese aceptar plenamente la verdad de que estoy perdonado y que no debo vivir con culpa o vergüenza, sería realmente libre. Mi libertad me permitiría perdonar a otros, setenta veces siete. Al no perdonar, me encadeno al deseo de desquitarme y, por lo tanto, pierdo mi libertad. Una persona perdonada perdona. Esto es lo que proclamamos cuando rezamos: 'Y perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden'.
Esta lucha, que dura toda la vida, yace en el corazón de la vida cristiana".
Henri Nouwen. Camino a Casa
"Necesitamos sanar las heridas. Somos los sembradores de la paz y de la esperanza en el mundo. Si no sanamos, una por una, las heridas, pronto comenzaremos a respirar por ellas, y por las heridas sólo se respira resentimiento.
Pocas veces somos ofendidos; muchas veces nos sentimos ofendidos. Perdonar es abandonar o eliminar un sentimiento adverso contra el hermano. ¿Quién sufre: el que odia o el que es odiado?
El que es odiado vive feliz, generalmente, en su mundo. El que cultiva el rencor se parece a aquél que agarra una brasa ardiente o al que atiza una llama. Pareciera que la llama quemara al enemigo; pero no, se quema uno mismo. El resentimiento sólo destruye al resentido. El amor propio es ciego y suicida: prefiere la satisfacción de la venganza al alivio del perdón.
Pero es locura odiar: es como almacenar veneno en las entrañas. El rencoroso vive en una eterna agonía.
No hay en el mundo fruta más sabrosa que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar, así como no hay fatiga más desagradable que la que produce el rencor.
Vale la pena perdonar, aunque sea solo por interés, porque no hay terapia más liberadora que el perdón.
No es necesario pedir perdón o perdonar con palabras. Muchas veces basta un saludo, una mirada benevolente, una aproximación, una conversación. Son los mejores signos de perdón. A veces sucede esto: la gente perdona y siente el perdón; pero después de un tiempo, renace la aversión. No asustarse. Una herida profunda necesita muchas curaciones. Vuelve a perdonar una y otra vez hasta que la herida quede curada por completo".
Ignacio Larrañaga. Muéstrame Tu Rostro
"Cada vez que te sientas herido, ofendido o rechazado, atrévete a decirte a ti mismo: Estos sentimientos, por más fuertes que sean, no reflejan lo que realmente soy.
La verdad, aunque no pueda sentirla en este momento, es que soy el Amando desde la eternidad, y me sostiene la seguridad de Su abrazo para siempre".
Henri Nouwen. Tu Eres Mi Amado
"En su última semana de vida Henri fue capaz de no darle importancia a los rechazos. A su amigo Nathan Ball, director de Daybreak, le pidió que dijera a la gente que él pedía perdón a cada uno y ofrecía su perdón a todos. En cierto sentido era su 'perdónalos porque no sabían lo que hacían", pero también "perdóname porque yo tampoco sabía lo que hacía'.
Para Henri el perdón recíproco era central para la comunidad, tanto en la vida como en la muerte".
Chris Glaser. Meditando con Henri Nouwen
"Y dijo: Mi Dios, primeramente pon la mano sobre el corazón de tu siervo para que regrese la paz. Sácame la espada de la ira y cúrame la herida. Sosiega mi corazón y mis entrañas antes de que tu siervo pronuncie palabras graves. En esta tarde de oro, en tus manaos de misericordia deposito estas rosas rojas de amor:
No despreciaré a los que desprecian.
No maldeciré a los que maldicen.
No juzgaré a los que condenan.
No odiaré a los que explotan.
Amaré a los que no aman.
No excluiré a nadie de mi corazón".
Ignacio Larrañaga.