Calzados con el apresto del evangelio de paz
Las Buenas Nuevas de la salvación emanan del “Dios de paz”. Por ellas es anunciada la paz a los hombres en
virtud del sacrificio de Cristo. Este mensaje pone la paz a disposición de todo aquel que la desea.
Después de estar ceñidos con la verdad y de haber vestido la coraza de justicia, el creyente se calzará con el
apresto del Evangelio de la paz. En virtud de la obra de Cristo, no sólo tiene la “paz con Dios”, sino que
efectivamente vive en una comunión sin obstáculos con el “Dios de paz”. Resulta que la paz llena también
su corazón y así está «pronto» a manifestarse a todo aquel que encuentra en su camino: “¡Cuán
hermosos son los pies de los que anuncian la paz!” (Romanos 10:15). Es posible que, por esta razón, el
creyente coseche odio en lugar de amor, encono en lugar del agradecimiento. Sin embargo, en cuanto
dependa de él, está en paz con todos los hombres (Romanos 12:18).
¿Por qué el mundo está lleno de descontento y disputas? Porque el hombre lucha por adquirir bienes terrenales
y obtener beneficios materiales; porque su egoísta corazón, ávido de honores, queriendo siempre tener razón,
no busca el interés de su prójimo, sino que se ensalza por encima de él. En tal contexto, el cristiano puede
derramar un hálito de paz venido del cielo, donde él vive por la fe, porque se goza de sus bienes celestiales y no
busca el honor que viene de los hombres sino el que viene de Dios. Ocurre demasiado a menudo que, por falta de
vigilancia, hemos olvidado ponernos este calzado y manifestamos insatisfacción, mal humor y envidia. El enemigo
se sirve de esto para suscitar discordias y disputas en nuestro propio hogar, entre los creyentes y aun en nuestras
relaciones con las personas del mundo. ¡Qué triunfo para Satanás! Consiguió una victoria, privándonos así, por
cierto tiempo, del gozo de las bendiciones celestiales.
¡Qué importante es esta pieza de la armadura! En este mundo, podremos ser útiles mensajeros del Evangelio
de paz sólo en la medida que nuestra conducta para con los hombres rinda testimonio de esto.
Las siguientes piezas de la armadura constituyen el escudo de la fe y el yelmo de la salvación. Se refieren más
a la conservación de la confianza en Dios.