¿Se le dificulta admitir sus fallas?
El incidente es el mismo que puede ocurrir en Lima, La Paz, ciudad de Méjico o Managua. El lugar no importa. Pero evidencia lo difícil que nos resulta admitir que fallamos. Lo más fácil es volcar la responsabilidad al prójimo y descargar la culpa en otro.
Esa tendencia no es nueva. La experimentaron los discípulos de Jesucristo. "Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él" (Juan 9:1-3).
La respuesta del Señor es interesante, porque además de plantear que Dios se glorifica en nuestros problemas y necesidades, sienta las bases para indicar que no es necesario ni se debe buscar culpables en los demás.
Un principio que traerá crecimiento a su vida personal y espiritual, es tomarse el tiempo suficiente para reconocer sus errores. Cuando surja un problema, colóquese en los zapatos del otro y, reconozca, que usted pudo fallar. Sin duda su vida comenzará a ser diferente...