Cosechamos lo que sembramos
Lo grave del asunto es que las maldiciones sobre su vida y la tierra, también alcanzan a su familia. No lo digo yo, lo dicen las Escrituras. Y ese comportamiento, es el que desencadena el juicio de Dios (Cf. Romanos 1;18) Las maldiciones anunciadas por Dios fruto de obrar abominación, no sólo aplicaban al pueblo de Israel sino también a nosotros hoy (Cf. Levítico 18:25, 26)
Cuando leo los diarios o veo los noticieros de televisión no puedo menos que concluir que muchos de los hechos catastróficos que ocurren hoy día, son consecuencia directa del pecado del género humano.
Israel vivió muchas situaciones críticas producto de su maldad, hasta el punto que la sequía agostaba sus terrenos y Dios fue claro en señalar que "Contaminaste la tierra… Por eso incluso han faltado las lluvias de primavera…" (Jeremías 3:2, 3. Nueva Traducción Viviente). También explicó el profeta que "Sembraron vientos y cosecharon torbellinos. Los tallos de granos se marchitan y no producen nada para comer…" (Oseas 8:7, 8. Nueva Traducción Viviente).
Los territorios que han sido maldecidos por el pecado del hombre, abren la puerta al establecimiento de "fortalezas de maldad" Es así como hay países que se caracterizan por altos índices de violencia, consumo de drogas, prostitución, ruptura de matrimonios en cifras alarmantes, abuso a menores de edad y un sinnúmero de hechos pecaminosos que destruyen la sociedad, que no tendría espacio para describir en detalle.
¿La razón? El pecado de un territorio abre puertas al enemigo. Y, cuando se abren puertas al Adversario espiritual, se produce destrucción (Juan 10:10 a) Su propósito indeclinable es causar nuestra muerte.
¿Es posible hacer algo? Por supuesto que sí. Renunciar al pecado. Cerrar toda puerta que hayamos abierto a la maldad y el ocultismo. Dios quiere perdonarnos, pero es necesario que volvamos la mirada a Él y emprendamos el nuevo camino, libres de todo aquello que le concede "derecho legal" a Satanás y sus huestes. ¡Hoy es el día para reemprender ese camino! Ah, y que no pase este día sin que tome la mejor decisión: recibir a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida.