Sus acciones bendicen o maldicen la tierra
Desde la niñez hemos escuchado la historia de Caín y Abel. De un lado, exaltamos la obediencia de Abel y condenamos abiertamente que Caín le diera muerte. Una vez se produce este trágico suceso, Dios llamó a cuentas al autor del crimen: "Pero el SEÑOR le dijo: --¿Qué has hecho? ¡Escucha!¡La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra! Ahora eres maldito y serás expulsado de la tierra que ha tragado la sangre de tu hermano. La tierra ya no te dará buenas cosechas, ¡por mucho que la trabajes! De ahora en adelante, serás un vagabundo sin hogar sobre la tierra" (Génesis 4:10-12, Nueva Traducción Viviente).
Recuerdo el caso de una mujer cuyas finanzas iban de mal en peor. Si bien es cierto había vivido períodos de bonanza con su negocio de importaciones, buscó adivinas y hechiceras para que le ayudaran a "revitalizar" las ventas cuando el país experimentó una recesión económica. Fue su peor decisión. Abrió puertas al mundo de las tinieblas y antes que prosperar, se vio sumida en la miseria.
Sólo pudo salir de su crisis financiera cuando volvió su mirada a Dios, se arrepintió de su pecado por hacerse partícipe de prácticas ocultas (Cf. Levítico 18:24-30), renunció a los compromisos asumidos con el mundo de las tinieblas y se rindió a Jesucristo, permitiéndole tomar control de su vida y sus negocios.
También nuestras decisiones pueden determinar bendición o maldición, como enseñó el patriarca Moisés: "Cuando el SEÑOR tu Dios vaya delante de ti y destruya las naciones, y tú las expulses y te apoderes de su tierra, no caigas en la trampa de seguir sus costumbres ni de rendir culto a sus dioses. No preguntes acerca de sus dioses diciendo: "¿De qué manera rinden culto estas naciones a sus dioses? Yo quiero hacer lo mismo" (Deuteronomio 12.29, 30, Nueva Traducción Viviente).
Quien anda en pecad y desconoce a Dios en su vida, mediante la práctica deliberada del pecado, atrae pecado sobre su vida y sobre la tierra que habita. Sus negocios van en declive. Tienen asegurada la derrota y la ruina. Es la consecuencia de sus propias determinaciones.
Quizá reflexione en el hecho de la situación por la que atraviesa. Sus esfuerzos son inútiles. Nada sale bien. ¿Acaso lo que enfrenta no es producto de haber dejado de lado a Dios en su existencia? Tal vez abrió puertas al mundo de la maldad, acudiendo a prácticas ocultistas como riegos, conjuros o invocaciones procurando prosperidad. Hoy vive las secuelas que desataron sus acciones, que le otorgan "derecho legal" a Satanás y sus huestes para traerle miseria.
Renuncie hoy a todo lo oculto y dele el primer lugar a Jesucristo. Su vida experimentará un cambio de 180 gratos. Todo será diferente y podrá comenzar a gozar las bendiciones que Dios tiene para su existencia.