Cuando un hermano en la fe tropieza
GáLATAS 6.1-5
El Señor no quiere que los miembros de su cuerpo vivan separados; los creyentes
están destinados a funcionar como una familia en la que cada uno se preocupa
por el otro. Una de nuestras responsabilidades como parte de la familia de Dios,
es acercarnos al hermano que haya tropezado.
Pablo especifica que los “espirituales” deben restaurar a los caídos a la comunión
con el Padre y con la familia de la fe. “Espiritual” no significa un grupo de líderes;
se refiere a cualquier cristiano que esté viviendo bajo el control del Espíritu. Un
elemento clave en este proceso es la actitud de la persona que
busca restaurar a un hermano.
Un espíritu de gentileza: Este no es un tiempo para la dureza, la ira, el juicio
o la condenación. Nuestro objetivo no es amontonar dolor y culpabilidad sobre un
hermano que sufre, sino mostrarle misericordia y perdón (2 Co 2.5-8).
Un espíritu de humildad: Quienes tienen una actitud de superioridad desprecian a
un hermano caído, y piensan: Yo jamás cometería esos errores. Pero los humildes
conocen su propia vulnerabilidad. En vez de juzgar a los demás, examinan sus
propias vidas para reconocer y lidiar con su debilidad.
Un espíritu de amor: Si amamos a los demás, estaremos dispuestos a compartir
su carga. Esto requiere una inversión abnegada de nuestro tiempo, energías
y oraciones a favor de ellos.
¿Cómo reacciona usted cuando un hermano ha tropezado? Uno de los peores rasgos
humanos es nuestra tendencia a sentirnos mejor en cuanto a nosotros mismos cuando
otra persona yerra. En vez de compartir el chisme, deje que su corazón sangre, y
acérquese para darle su amor y ayuda.