
Las palabras tienen un gran impacto en los niños
Los muchachos estaban preparados en la línea de salida, esperando la señal para iniciar la carrera de un poco más de tres millas a través de un sendero del bosque. Los padres y los fanáticos estaban de pie a los lados de la ruta, para animar al grupo de jóvenes que se preparaban para el campeonato a campo traviesa. Entre los corredores de ese día estaba mi sobrino Esteban.
Tan pronto como su pie izquierdo dejó la posición de salida, su madre, Patricia, tomó el megáfono de 36 pulgadas y comenzó a gritar.
¡CORRE, ESTEBAN!, lo animó, no una sola vez, sino una y otra vez con intervalos de diez segundos. Cuando lo perdió de vista, fue corriendo a otro punto estratégico a lo largo del sendero por donde los corredores tendrían que pasar. Y aunque ya no se podía ver a los muchachos, Patricia seguía animándolo: "¡CORRE, ESTEBAN!"
En un momento que gritó una vez más "¡CORRE, ESTEBAN!", un hombre que estaba al otro lado del parque le gritó: "¡YA ÉL NO PUUEEDDEE OOOOIRIRLALA!"
"No sé si puede oírme o no", murmuró Patricia, "pero si existe la posibilidad de que pueda hacerlo, quiero que escuche mi voz animándolo". Así pues, durante 16 minutos esta diminuta y dinámica mujer estuvo enviando confianza y valor al corazón de su hijo.
Cuando terminó la carrera, le pregunté a Esteban:
— ¿Podías oír la voz de tu madre animándote, mientras corrías a través del bosque?
— Oh, sí—me respondió sonriendo— Pude oírla durante todo el trayecto.
Entonces le dije:
— ¿Qué efecto tuvo eso en ti?
— Hizo que no me rindiera—respondió— Cuando me dolían las piernas y me faltaba aire en los pulmones, y sentía como si fuera a desmayarme, escuchaba la voz de mamá, y eso hizo que no me rindiera.
Ése es el poder que tienen las palabras de una mujer en sus hijos, cuando ellos se lanzan a la gran carrera de la vida; es una imagen que he conservado conmigo a lo largo de los años. Me pregunto cuántos hijos abandonan sus sueños, porque no hubo nadie que los animara. También me pregunto cuántos hijos renunciaron a hacer realidad sus sueños, porque alguien en quien confiaban les dijo que no podrían lograrlos.
Desde el momento en que un niño sale de la seguridad del vientre, es formado, modelado, por las palabras de una madre. Con los ojos puestos en su bebé, la madre arrulla, consuela y estimula ese milagroso regalo de Dios, y ella se convierte para ese hijo en el espejo en que él se ve. Por un breve período de tiempo, tenemos el privilegio de formar y moldear un alma eterna. Y una de las principales maneras de hacerlo es por medio de las palabras que les decimos.
Ya sea que tengamos hijos propios o el privilegio de que en nuestras vidas haya hijos de otras personas, tenemos el potencial de impactarlos eternamente, para bien o para mal.
por Sharon Jaynes
Padre amado en el nombre de Tu Hijo Jesucristo, te ruego que nos des sabiduria, inteligencia, discernimiento, que satures de tu perfecto amor nuestro corazón que nos permitas edificar nuestra casa, y que podamos guiar sabiamente a nuestros hijos en tus caminos, que nuestra mano discipline con amor y que cumplamos las promesas que les hagamos a nuestros hijos, que podamos costruir en ellos seguridad, fortaleza, responsabilidad, obediencia, humildad, bondad, generosidad, piedad, misericordia, dominio propio, que sean pacificadores, que en todo tiempo busquen la unidad y la armonia entre sus hermanos, compañeros, amigos y con todos los que les rodeen, que podamos guiarlos en Tu amor a la elección de sus amistades. Padre amado, haznos instrumentos útiles en nuestro hogar, que nunca gritemos, pues el grito es señal de débilidad y falta de identidad, que podamos hablarles siempre con palabras saturadas de amor, pero que no detengamos el castigo cuando este sea necesario. Que podamos sembrar la semilla del servicio en sus corazones, y así todos los días de sus vidas te puedan servir con amor y pasión y glorificar así, a tu amado Hijo Jesucristo
Que ellos nos imiten, amando y respetando toda autoridad, e intercediendo por ellas, y que no sean murmuradores de ellos, que nosotros demos un buen ejemplo cuando en lugar de mumurar por las autoridades nos vean clamandote por ellas, Señor bendícelos y te damos infinitas gracias porque sabemos que ellos serán enseñados por Ti, y que la presencia de Tu Santo Espíritu los guiarán a todo conocimiento y verdad y ninguno de ellos se perderá. Te damos toda la gloria y toda la honra, como la alabanza y toda adoración, Amén y amén

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