¿Tienen las personas que ser pobres para ser santas?
Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Lc 18.22
Se ha enseñado durante muchos años que la santidad y la pobreza van juntas. El apóstol Pablo dice: "Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia". Entonces añadió: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil 4.12,13).
Puedes ser tan santo cuando tu situación financiera es confortable como cuando eres pobre. Quizás sea más fácil clamar a Dios cuando se está en necesidad. Pero si los cristianos santifican a Dios en sus corazones más alla de las preocupaciones materiales, deben ser capaces de vivir por encima de las circunstancias que los rodean, ya sean éstas de prosperidad o pobreza.
La pobreza es una maldición, no una bendición. No es sinónimo de rectitud. A veces es producto de los horrores de la guerra, de un gobierno injusto o poco previsor; en ocasiones es resultado de la opresión de los ambiciosos y egoístas, o de la desobediencia humana a los mandamientos divinos, o de ignorar los principios que encierran las bendiciones de Dios. A veces la pobreza temporal es el resultado de un ataque satánico o de una serie e inexplicable calamidad. Cualquiera sea su causa, pobreza y santidad no son equivalentes.
Algunos hacen voluntariamente un voto de pobreza para poder entregarse completamente a Dios. En tal situación, la pobreza se convierte en una bendición para esas personas, debido a que han renunciado a todos sus bienes materiales para servir al Señor. Sin embargo, la simple pobreza no constituye una señal de santidad. Por supuesto, lo mismo puede decirse de la riqueza. Los santos son aquellos que están contentos allí donde Dios los ha situado, y sirven al Señor de todo corazón, independientemente de las circunstancias materiales que los rodean ( 1 Ti 6.6,17-19)
Pat Robertson
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