Cada vez, en nuestro diario vivir le fallamos a Dios, a pesar de que Él cada vez que encuentra la oportunidad nos dice y demuestra que nos ama con amor eterno y profundo. Muchas veces pienso y he sentido en mi corazón, no sé si tu, que a pesar de que Dios conoce que le vamos a fallar, Él nos da de su amor, nos cuida y nos bendice, ¿pero como conociendo lo que vamos a hacer? ¿Amaríamos a alguien que sabemos que nos va a hacer daño? ¿Yo creo que no cierto? pero que triste y a la vez hermoso es recordar a Jesús clavado en la cruz por amor a mí y a ti y a la vez triste al saber que cada vez que pecamos contra Él es un latigazo más en su costado, que todo lo sufrió por amor a nosotros. La palabra de Dios dice: Más Dios muestra su amor para con nosotros, que aun siendo pecadores Cristo murió por nosotros. Romano 5:8.
¿Puede haber acaso un cristianismo sin cruz? ¿Puede uno ser discípulo de Cristo sin asumir las diarias exigencias de la vida cristiana, sin morir a los propios vicios y pecados para renacer diariamente a la vida en Cristo, sin abrazar con paciencia el dolor y el sufrimiento que también nosotros encontramos en nuestro caminar? ¡NO! El Señor nos ha enseñado claramente: El que no carga su cruz y me sigue detrás, no puede ser mi discípulo» (Lc 14,27).
Cristo cargó mi cruz ,su cruz y por nosotros murió en ella. Nuestra vida, para que se asemeje plenamente a la del Señor Jesús, debe pasar por la experiencia de la cruz. Al seguir a Cristo no se nos promete: “¡Todo te va a ir bien!” Al contrario, se nos advierte de pruebas y tribulaciones: Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba» Eclo 2,-6. La vida cristiana no es fácil, no está exenta de pruebas, a veces muy duras. ¡Y cuántos sucumbimos a las pruebas apenas el camino se torna “cuesta arriba”, apenas experimentamos oposición, apenas se nos exigen ciertas renuncias! Por ello es necesario alcanzar la paciencia, la resistencia en el sufrimiento, en la adversidad.
Pero, ¿quién será capaz de resistir la prueba, de soportar el peso de la cruz y dejarse crucificar en ella, sin una esperanza que lo sostenga, sin un premio que lo estimule? Por ello, antes de cargar con su propia cruz hasta el Calvario, antes de dejarse crucificar Él mismo para reconciliarnos, quiso el Señor mostrar un breve destello de su gloria a tres de sus apóstoles, para hacernos entender que si bien “no hay cristianismo sin cruz”, la cruz es el camino a la luz, es decir, a la plena y gozosa participación de su gloria.
Así, pues, cada vez que las cosas se tornan difíciles en nuestra vida cristiana, cada vez que experimentemos la prueba, la dificultad, la tribulación, cualquier sufrimiento, ¡miremos el horizonte luminoso que se halla detrás de la tiniebla pasajera! ¡Miremos la gloria y el gozo que Él nos promete! ¡Miremos la Luz, para abrazarnos con paciencia a nuestra cruz! nuestra será la gloria eterna si perseveramos fielmente unido a Él en toda tribulación.
Pidamos diariamente a Dios la gracia para poder adquirir y vivir la virtud de la mortificación, virtud que nos ayuda a sufrir pacientemente e ir adhiriendo explícitamente los propios sufrimientos y contrariedades al misterio del sufrimiento de Cristo.
Cuando experimentamos un sufrimiento intenso en nuestra vida, que nuestra alma se desgarra y se hunde bajo el peso de una cruz que nos resulta muy pesada para cargar, no desesperemos, no, nos rebelemos, no le exijamos al Señor que nos la quite de encima “si es que existes, si es que me amas”. Miremos al Señor Jesús, quien cargó con una Cruz muchísimo más pesada que la nuestra. Mírenosle o en Getsemaní, Él nos ha dado ejemplo para que también nosotros en esos momentos aprendamos a rezar desde lo más profundo de nuestro corazón angustiado y atribulado: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú» (Mc 14,36). Pidámosle al Señor un corazón valiente como el Suyo, pidámosle la fuerza interior necesaria para cargar nuestra propia cruz, y abrasémonos a ella con paciencia, con amor incluso y con mucha esperanza. Miremos la luz, para que experimentemos alentados a cargar nuestra cruz, y repítanos con San Pablo: «los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros» (Rom 8,1
La cruz es el símbolo más fundamental de profundidad, de amor, de fidelidad y de fe.
La lucha espiritual es continua para nosotros. La vida es lucha, la vida es camino de lucha. La lucha espiritual, como dice el libro de Job: Acaso ¿No es acaso una milicia lo que hace el hombre sobre la tierra? Es eso, por más que quien lleva una vida espiritual pueda creer que si es espiritual no vamos a tener problema, porque pensamos en la vida espiritual como una cosa “espirituosa” más que como un encuentro de unión y de comunión con el Señor. Si vamos a seguir al Señor, lo cuál quiere decir, unirnos a El, preparémonos para la prueba, porque el Señor pasó por ese lugar y sabe que desde ese lugar, nosotros, venciendo por la fuerza de su amor las consecuencias que dejó el pecado, que son el sufrimiento, el dolor, la muerte, vamos a poder vencer.
Gracias hermanita Perla.
Por tan hermoso mensaje.
Dios te ha regalado una gran bendición .El te a regalado este bello y hermoso talento de sabiduría, el cual tu lo has sabido llevar, compartiéndolo con todas tus bellas amistades.
Que el Señor te siga bendiciendo, llenándote de mucha Paz, Amor y Sabiduría.
Gracias hermanita Perla por tu bella amistad.
Dios te siga bendiciendo grandemente.
Hermes Sarmiento G.
De Colombia
Cristiano católico
GRACIAS POR TU AMISTAD, FELIZ DIA