Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación .Santiago 1:17
La carta de Santiago nos pone en guardia contra una religión que no encarne los valores del Evangelio. La palabra escuchada en la Sagrada Escritura debe ser discernida según el Espíritu para vivirla dócilmente en la vida cotidiana. El cristianismo no es una formalidad social que cumplir, ni un ritual más en las prácticas piadosas de una cultura. El cristianismo se manifiesta como una opción vital que requiere del compromiso íntegro de la persona. La comunidad de creyentes es el espacio ideal para que la persona realice su opción y viva, en compañía de otros hermanos y hermanas, el llamado de Jesús.
Santiago sabe que la Palabra de Dios, que revela la verdad sobre Dios y sobre el hombre, tiene una fuerza intrínseca, pero sólo da fruto en plenitud con la colaboración del creyente. Es menester que la Palabra encuentre sitio en el corazón del hombre, un corazón que disponible para escucharla y ponerla en práctica, exento de espíritu de polémica. Entonces se convierte portadora de salvación; sin embargo, si la Palabra es escuchada pero no acogida, entonces se alimenta en el hombre una falsa relación con Dios que crea la ilusión de lo contrario. La carta de Santiago «traduce» con términos prácticos e inequívocos el perenne dicho del Señor: «El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica es como aquel hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Sin embargo, el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica es como aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena» (Mt 7,24ss).
Es importante resaltar que, en este texto, el apóstol Santiago nos dice que la mejor manera de aceptar dócilmente la palabra de Dios y llevarla a la práctica es atender a las personas necesitadas. Hacer esto, dice el apóstol, es llevar la palabra de Dios a la práctica, no limitándonos simplemente a escucharla, engañándonos a nosotros mismos. Volviendo al evangelio, podemos ver en este texto del apóstol Santiago una respuesta magnífica al grupo de fariseos y escribas que se quejaron a Jesús porque sus discípulos comían con manos impuras. En fin, pidamos a Dios que nos dé un corazón puro y cercano a los que más sufren, como fue el corazón de Jesús, como es el corazón de Dios.
¡Gracias Dios por tu amor incomparable!
Gracias hermanita Perla.
Por estar siempre presente compartiendo con gran alegría la Palabra de Dios.
Gracias por la amistad que nos brinda diariamente en el amor de Dios.
Hermes Sarmiento G.
De Colombia
Cristiano católico