Lectura: Hechos 17:22-31
Por lo general, a los emperadores romanos no se los recuerda por su sabiduría,
pero hay unas cuantas excepciones. Marco Aurelio, emperador de Roma de 161 a
180 d.C., fue un gran pensador. Dotado de una mente brillante, fue uno de los
grandes gobernantes intelectuales en la civilización occidental.
Aunque nunca se convirtió a la nueva fe que sería conocida como el Cristianismo,
él manifesto una extraordinaria perspicacia. Su sabiduría refleja la ley de Dios escrita
en el corazón de alguien que no tenía la Palabra de Dios (Romanos 2:14-15), por ejemplo:
*La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos.
*Tu tienes el poder sobre tu mente —no sobre los eventos externos.
*Tu vida es lo que tus pensamientos hacen de ella.
Estas palabras suenan similares a Proverbios 23:7, “Pues como [una persona] piensa
dentro de sí, así es..” Podemos aprender principios útiles de personas no cristianas
y usar sus creencias como puntos en común
para compartir el evangelio. Cuando Pablo estuvo en la Colina de Marte dirigiéndose a
algunos de los principales intelectuales de su tiempo, él no menospreció sus creencias
sino que estableció puntos en común con ellos y luego dio el evangelio (Hechos 17:26-28).
Busquemos puntos en común con nuestros vecinos para que podamos guiarlos a Cristo.
—H. Dennis Fisher—