
Lectura: Hechos 1:1-18 Fritz Kreisler (1875-1962), el famoso violinista mundial, ganó una fortuna con sus conciertos y composiciones, pero generosamente regaló la mayor parte de ellas. Entonces, una vez que descubrió un exquisito violin en uno de sus viajes, no tenía dinero para comprarlo. Más tarde, habiendo recaudado suficiente dinero para pagar el precio que pedían volvió al vendedor, en esper...a de comprar aquel hermoso instrumento. Pero para consternación suya, el violin había sido vendido a un coleccionista. Kreisler se fue a la casa del Nuevo dueño y le ofreció comprar el violin. El coleccionista dijo que se había convertido en su posesión más preciada y que no lo vendería. Desanimado Kreisler estaba a punto de irse cuando se le ocurrió una idea. “¿Podría tocar el instrumento una vez más antes de que fuera entregado al silencio?” —Preguntó. Se le concedió el permiso, y el gran virtuoso llenó la habitación de una música tan conmovedora que el coleccionista se emocionó profundamente. “No tengo derecho a quedarme con eso —exclamó—. Es suyo, señor Kreisler. Llévelo al mundo y que la gente lo escuche.” Para los pecadores salvos por gracia, el evangelio es como las armonías extáticas del cielo. No tenemos derecho a quedarnos con él. Jesús nos dice que lo llevemos al mundo para que la gente lo escuche.
—Vernon C. Grounds
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