En ciertos momentos de la vida puede que nos sintamos insignificantes e inútiles.
Rodeados de personas con más talentos que nosotros, nos vemos tentados en
nuestros momentos débiles a apartarnos y dejar que otra persona haga el trabajo.
Razonamos que lo que tenemos para ofrecer no marcará una gran diferencia.
Olvidamos la verdad sugerida por la manera en que nuestro Señor usó los cinco
panes y dos pececillos para alimentar a una multitud (Juan 6:1-14).
Cada uno de nosotros tiene algo importante que ofrecer en el servicio a Dios.
Ya sea que nuestro talento grande o pequeño, debemos de utilizarlo dando lo mejor
que podamos y no debemos de menospreciar lo que Dios nos ha dado, pues por muy
pequeño e insignificante que sea el trabajo que elaboremos, si lo hacemos con amor
y con toda nuestros mejores deseos para agradar a nuestro Padre celestial, Él que
todo lo ve, se agradará y vamos a sacarle una hermosa sonrisa! Recuerda… que lo que
tú tienes otros no lo tienen, es por eso que nos necesitamos unos a otros y debemos
de trabajar en unidad y armonía para que el trabajo en la obra del Señor esté completa.
Dios todo lo que ve es el corazón y a Él nadie puede engañarlo. Siempre,
todo lo que hagas, hazlo con amor.