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De: Nouran* (Mensaje original) |
Enviado: 29/06/2009 18:49 |
Saluditossss para todas, es increíble como podemos aprender con sólo leer y jugando verdad? La siguiente pregunta muy pocos la saben, pero ya la sabrán
" La Pregunta de Nou" Quién es MARÍA MOLINER? y es la autora de qué?
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De: GUGU |
Enviado: 30/06/2009 22:45 |
María Moliner: la mujer que escribió un diccionario
Por Gabriel García Márquez
Hace tres semanas, de paso por Madrid, quise visitar a María Moliner. Encontrarla no fue tan fácil como yo suponía: algunas personas que debían saberlo ignoraban quién era, y no faltó quien la confundiera con una célebre estrella de cine. Por fin logré un contacto con su hijo menor, que es ingeniero industrial en Barcelona, y él me hizo saber que no era posible visitar a su madre por sus quebrantos de salud. Pensé que era una crisis momentánea y que tal vez pudiera verla en un viaje futuro a Madrid. Pero la semana pasada, cuando ya me encontraba en Bogotá, me llamaron por teléfono para darme la mala noticia de que María Moliner había muerto. Yo me sentí como si hubiera perdido a alguien que sin saberlo había trabajado para mí durante muchos años. María Moliner —para decirlo del modo más corto— hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y —a mi juicio— más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Uno de sus hijos, a quien le preguntaron hace poco cuántos hermanos tenía, contestó: «Dos varones, una hembra y el diccionario». Hay que saber cómo fue escrita la obra para entender cuánta verdad implica esa respuesta.
María Moliner nació en Paniza, un pueblo de Aragón, en 1900. O, como ella decía con mucha propiedad: «En el año cero». De modo que al morir había cumplido los ochenta años. Estudió Filosofía y Letras en Zaragoza y obtuvo, mediante concurso, su ingreso al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios de España. Se casó con don Fernando Ramón y Ferrando, un prestigioso profesor universitario que enseñaba en Salamanca una ciencia rara: base física de la mente humana. María Moliner crió a sus hijos como toda una madre española, con mano firme y dándoles de comer demasiado, aun en los duros años de la guerra civil, en que no había mucho que comer. El mayor se hizo médico investigador, el segundo se hizo arquitecto y la hija se hizo maestra. Sólo cuando el menor empezó la carrera de ingeniero industrial, María Moliner sintió que le sobraba demasiado tiempo después de sus cinco horas de bibliotecaria, y decidió ocuparlo escribiendo un diccionario. La idea le vino del Learner's Dictionary, con el cual aprendió el inglés. Es un diccionario de uso; es decir, que no sólo dice lo que significan las palabras, sino que indica también cómo se usan, y se incluyen otras con las que pueden reemplazarse. «Es un diccionario para escritores», dijo María Moliner una vez, hablando del suyo, y lo dijo con mucha razón. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua, en cambio, las palabras son admitidas cuando ya están a punto de morir, gastadas por el uso, y sus definiciones rígidas parecen colgadas de un clavo. Fue contra ese criterio de embalsamadores que María Moliner se sentó a escribir su diccionario en 1951. Calculó que lo terminaría en dos años, y cuando llevaba diez todavía andaba por la mitad. «Siempre le faltaban dos años para terminar», me dijo su hijo menor. Al principio le dedicaba dos o tres horas diarias, pero a medida que los hijos se casaban y se iban de la casa le quedaba más tiempo disponible, hasta que llegó a trabajar diez horas al día, además de las cinco de la biblioteca. En 1967 —presionada sobre todo por la Editorial Gredos, que la esperaba desde hacía cinco años— dio el diccionario por terminado. Pero siguió haciendo fichas, y en el momento de morir tenía varios metros de palabras nuevas que esperaba ver incluidas en las futuras ediciones. En realidad, lo que esa mujer de fábula había emprendido era una carrera de velocidad y resistencia contra la vida.
Su hijo Pedro me ha contado cómo trabajaba. Dice que un día se levantó a las cinco de la mañana, dividió una cuartilla en cuatro partes iguales y se puso a escribir fichas de palabras sin más preparativos. Sus únicas herramientas de trabajo eran dos atriles y una máquina de escribir portátil, que sobrevivió a la escritura del diccionario. Primero trabajó en la mesita de centro de la sala. Después, cuando se sintió naufragar entre libros y notas, se sirvió de un tablero apoyado sobre el respaldar de dos sillas. Su marido fingía una impavidez de sabio, pero a veces medía a escondidas las gavillas de fichas con una cinta métrica, y les mandaba noticias a sus hijos. En una ocasión les contó que el diccionario iba ya por la última letra, pero tres meses después les contó, con las ilusiones perdidas, que había vuelto a la primera. Era natural, porque María Moliner tenía un método infinito: pretendía agarrar al vuelo todas las palabras de la vida. «Sobre todo las que encuentro en los periódicos», dijo en una entrevista. «Porque allí viene el idioma vivo, el que se está usando, las palabras que tienen que inventarse al momento por necesidad». Sólo hizo una excepción: las mal llamadas malas palabras, que son muchas y tal vez las más usadas en la España de todos los tiempos. Es el defecto mayor de su diccionario, y María Moliner vivió bastante para comprenderlo, pero no lo suficiente para corregirlo.
Pasó sus últimos años en un apartamento del norte de Madrid, con una terraza grande, donde tenía muchos tiestos de flores, que regaba con tanto amor como si fueran palabras cautivas. Le complacían las noticias de que su diccionario había vendido más de 10.000 copias, en dos ediciones, que cumplía el propósito que ella se había impuesto y que algunos académicos de la lengua lo consultaban en público sin ruborizarse. A veces le llegaba un periodista desperdigado. A uno que le preguntó por qué no contestaba las numerosas cartas que recibía le contestó con más frescura que la de sus flores: «Porque soy muy perezosa». En 1972 fue la primera mujer cuya candidatura se presentó en la Academia de la Lengua, pero los muy señores académicos no se atrevieron a romper su venerable tradición machista. Sólo se atrevieron hace dos años, y aceptaron entonces la primera mujer, pero no fue María Moliner. Ella se alegró cuando lo supo, porque le aterrorizaba la idea de pronunciar el discurso de admisión. «¿Qué podía decir yo», dijo entonces, «si en toda mi vida no he hecho más que coser calcetines?».
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De: M¦®ågë |
Enviado: 01/07/2009 13:09 |
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De: Nouran* |
Enviado: 01/07/2009 16:27 |
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De: Nouran* |
Enviado: 05/07/2009 03:22 |
Graciassss chicas por participar, se ve que si estudiaron, sobre todo Rosita que se las sabe de todas todas, besitossss abracitossss y apapachos de su amiga, Nouran.
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De: Merval |
Enviado: 05/07/2009 05:06 |
Muchas gracias amiga linda está preciosa
besitos
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QUE BONITA CORAZòN! MUCHAS GRACIASSS
YA ESTà GUARDADITA
BESITOS
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De: M¦®ågë |
Enviado: 05/07/2009 14:19 |
Gracias Nouram placer jugar y aprender contigo! Ya guardadito tu bello presente.
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GRACIAS NOU MUY BONITA, FELIZ DOMINGO
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De: GUGU |
Enviado: 05/07/2009 18:39 |
MUCHAS GRACIAS NOUUUUUUUUUU!!!!!!!!!!
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De: radio |
Enviado: 05/07/2009 22:20 |
Nou, en España es superconocida,a si que ningun esfuerzo¡¡
Besitos
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De: ximena |
Enviado: 06/07/2009 12:21 |
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María Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900, en el seno del matrimonio formado por Enrique Moliner Sanz, médico rural, y Matilde Ruiz Lanaja: Un ambiente familiar acomodado (el abuelo paterno había ejercido también la medicina rural y los abuelos maternos poseían, al parecer, tierras), en el que los tres hijos que superaron los entonces tan frágiles años de la infancia —Enrique, María y Matilde— cursaron estudios superiores.
En 1902, según testimonio de la propia María Moliner, padres e hijos se trasladaron a Almazán (Soria) y, casi inmediatamente, a Madrid. En la capital, siempre según cita de D.ª María, los pequeños Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, donde fue, al parecer, don Américo Castro quien suscitó el interés por la expresión lingüística y por la gramática en la pequeña María. Los primeros exámenes del bachillerato los hizo María Moliner, como alumna libre, en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre 1910 y 1915), pasando en julio de 1915 al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde concluyó el bachillerato en 1918.
Entre 1918 y 1921, María Moliner cursó la Licenciatura de Filosofía y Letras en la universidad cesaraugustana (sección de Historia), que culminó con sobresaliente y Premio Extraordinario.
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Y en 1922 ingresó, por oposición, en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y obtuvo como primer destino el Archivo de Simancas.
Tras una breve estancia en Simancas, María Moliner pasa al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia. Será en esa ciudad donde conocerá al que será su marido, D. Fernando Ramón y Ferrando, catedrático de Física. La pareja contrae matrimonio en la Parroquial de Sagunto, el 5 de agosto de 1925, e inicia una vida conyugal armónica y compenetrada, la de dos intelectuales comprometidos con su vocación y con la sociedad en la que viven, a la que tratarán de dar lo mejor de sí mismos.
En Murcia nacerán sus dos hijos mayores (Enrique, médico, fallecido en octubre de 1999, y Fernando, arquitecto).
A principios de los años treinta, la familia se traslada a Valencia (D. Fernando, a la Facultad de Ciencias; D.ª María, al Archivo de la Delegación de Hacienda de esa ciudad). La etapa valenciana cubre el período de mayor plenitud vital de María Moliner: el nacimiento y la crianza de sus dos hijos pequeños (Carmen, filóloga, y Pedro, catedrático y director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona, fallecido en 1986); la atención de la casa (aun con la asistencia adecuada); la vida profesional, y, sobre todo, la participación, con la fe y la esperanza de una institucionista convencida, en las empresas culturales que nacen con el espíritu de la II República.
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En primer lugar, debe destacarse la colaboración de D.ª María en la Escuela Cossío, inspirada claramente en la Institución Libre de Enseñanza, escuela de la que fue alma D. José Navarro Alcácer (y su mujer, D.ª María Alvargonzález), que compartieron sus objetivos con otros matrimonios amigos. María Moliner enseñó en ella Literatura y Gramática, y, además, formó parte de su Consejo Director, como vocal, y de la Asociación de Amigos para su apoyo, como secretaria.
D.ª María prestó, asimismo, su colaboración entusiasta a las Misiones Pedagógicas de la República, cuya delegación valenciana presidía el Sr. Navarro Alcácer con la ayuda fundamental de D.ª Angelina Carnicer. María Moliner se cuidó especialmente de la organización de las bibliotecas rurales. De hecho, escribió unas Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas (que se publicaron sin nombre de autor en Valencia, en 1937), que fueron muy apreciadas, tanto en España como en el extranjero, y cuya presentación preliminar —«A los bibliotecarios rurales»— constituye una pieza conmovedora y un testimonio fehaciente de la fe de la autora en la cultura como vehículo para la regeneración de la sociedad.
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En esta etapa de su vida D.ª María ocupó puestos importantes de responsabilidad en el terreno de la organización de las bibliotecas populares. Ya en 1935, en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía —el que inauguró Ortega—, ella había presentado una comunicación con el título «Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España». En septiembre de 1936 fue llamada por el rector de la Universidad de Valencia, el Dr. Puche, para dirigir la Biblioteca universitaria, pero, ya en plena guerra civil, a finales de 1937, hubo de abandonar el puesto para entregarse de lleno a la dirección de la Oficina de Adquisición y Cambio Internacional de Publicaciones y para trabajar como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico. La lucidez y capacidad organizativa de María Moliner van a quedar plasmadas en las directrices que redacta como Proyecto de Plan de Bibliotecas del Estado, las cuales se publicarán a principios de 1939 —Pilar Faus (La lectura pública en España y el Plan de Bibliotecas de María Moliner, Madrid, Anabad, 1990.) considera dicho proyecto «el mejor plan bibliotecario de España» (op. cit., p. 132)—.
Al término de la guerra civil, el conjunto de amigos de los Ramón Moliner, y ellos mismos, sufren represalias políticas. Bastantes de ellos se exilian. D. Fernando Ramón y Ferrando es suspendido de empleo y sueldo, trasladado después a Murcia (1944-1946) y rehabilitado en Salamanca a partir de 1946 (donde permanecerá hasta su jubilación en 1962).
Por su parte, María Moliner es depurada y sufre la pérdida de 18 puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios (que recuperará en 1958). En 1946 pasará a dirigir la biblioteca de la E. T. Superior de Ingenieros Industriales de Madrid hasta su jubilación, en 1970.
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En esta nueva etapa de su vida, particularmente cuando se instale en Madrid, criados ya sus hijos y separada físicamente de su marido una buena parte de la semana, María Moliner encontrará el tiempo para dedicarse a su interés intelectual más profundo: la pasión por las palabras.
Será entonces cuando comience (hacia 1950) el Diccionario de uso del español, que publicará la Editorial Gredos entre los años 1966 y 1967 (en 2 volúmenes), una obra que ha conocido, en esa primera edición, veinte reimpresiones, que ha sido editada en CD-ROM en el año 1995 y que ha sido reeditada en una segunda edición, revisada y aumentada en 1998.
María Moliner representa, sin duda, todo un estilo de ser mujer en el siglo XX: pertenece al grupo de las pioneras universitarias que ejercen, además, una profesión. Refleja, igualmente, una manera profundamente moral de realizarse como persona: claramente inteligente, y, al mismo tiempo, vigorosamente responsable y generosa para con los demás (a los que, como divisa, hay que entregar la obra perfecta en la medida de las posibilidades de cada uno). Sencilla, espontánea en sus reacciones y elegante al no ser elegida académica en 1972, María Moliner recibió su jubilación tan discretamente como había vivido, gozando con los pequeños detalles cotidianos (sus macetas, por ejemplo) y presumiendo con orgullo de sus nietos.
Las notas tristes de sus últimos años fueron la muerte de su marido y su propia, terrible, enfermedad: la arteriosclerosis cerebral que la privó de su lucidez desde 1975 aproximadamente, hasta su fallecimiento, el 22 de enero de 1981.
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De: Nouran* |
Enviado: 09/07/2009 13:56 |
Lichyyyy ya estaba cerrado el temita y entregados los regalitos pero graciassss por tu participación, un besitoooo amiga, tienes un realito en la pregunta #35,
Y YOBEEEEEE faltas de recoger tu regalito aquí , y me alegra que ya estes de nuevo con nosotras.
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De: Nouran* |
Enviado: 10/07/2009 14:44 |
YOBEEEEEE faltas de recoger tu regalito aquí , y me alegra que ya estes de nuevo con nosotras.
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De: Nouran* |
Enviado: 11/07/2009 12:34 |
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