QUIENES DE VERAS AMAN A DIOS, todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno alaban, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden; no aman sino verdades y COSA QUE SEA DIGNA DE AMAR.

¿Piensan que es posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades?
Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, ni deleites, ni honras, ni tiene contiendas, ni envidias; todo porque no pretende otra cosa, sino contentar al amado.

¿Esconderse?
¡Oh, que el amor de Dios --- si de veras es amor--- es imposible!

Si es poco, darse a entender poco y si es mucho, mucho; más poco o mucho, como haya amor de Dios, siempre se entiende.

Si ama mucho a Dios, si se da a entender mucho y de muchas maneras.
Es fuego grande, no puede sino dar gran resplandor.
Un AMOR que es FUERTE y JUSTO, que crece durante el tiempo de nuestra vida, que no hay razón alguna para que acabe, un amor que es tan plenemente correspondido...
¿Puede un amor como éste ser ocultado?
¿Cómo se adquirirá este amor?
Determinándose a obrar, padecer por Dios y hacerlo cuando se ofreciere.
Este amor no debe ser simplemente algo que usted imagina, algo que usted desea.
Debe quedar demostrado en obras por medio de la determinación de nuestra voluntad.

EL AMOR NO PUEDE ESCONDERSE.

Señor, que nada turbe el silencio de esta noche. Que nada me espante.

Pero no es suficiente, al caer la noche, estar aquí recogido a solas contigo, arropado en tu serenidad.

MI AMOR POR TI
--- sea mucho o poco ---
debe mostrarse cuando se ofrezca la ocasión.
Mi amor no ha de ser fabricado en mi imaginación, no debe ser algo en cuya calidez me cobijo en las horas conclusivas de este día.

DEBO PROBARLO CON OBRAS!!!

El verdadero amor va más allá de ferrosas palabras dichas en la oración, prometiendo hacer maravillas en tu servicio.
El verdadero amor por TI no debe --- no puede --- esconderse.
Si te amo, Dios las palabras solas no bastarán.
Únicamente si obro por tu amor nada me faltará.

SÓLO TÚ BASTAS.

Qué hoy las flores florezcan en tu corazón !!!

De: Teresa de Ávila.-