No permitas que el sol ardiente seque una sola lágrima de
dolor antes de que tú la hayas enjugado en el ojo del que sufre
Pero deja que las ardientes lágrimas humanas caigan una
a una en tu corazón, y que en él permanezcan sin enjugarlas,
hasta que se haya desvanecido el dolor que las causara.
LA VOZ DEL SILENCIO.