Hallé una ventana al cielo, una pequeña, una rendija a la inmensidad; la admiré, la contemplé bajo la tenue luz de la noche, con la luz de los faroles opacos, luz artificial.
Aquella ventana no necesita de ninguna ayuda pues tiene luz propia; la cual opacó hasta la más luminosa luz de luna que ayer nos contemplaba celosa de que mis miradas no se dirigieran a ella.
Hallé una ventana al cielo, poco a poco fui observando a detalle, no era una, eran dos ventanas al cielo, se duplicó mi felicidad, ante tan hermosa belleza; ahora comprendí el por qué de tanto brillo; eran dos estrellas robadas al cielo las que contemplé este momento frente a ti.
Dos luceros destellantes que me atrajeron por completo;
y de pronto, entendí el poder de tu mirada enmarcada en un rostro bello, en perfecta armonía con una sonrisa hermosa.
Solo así se puede comprender, como hallé una ventana al cielo; pues tenía a un ángel en frente; eras tú.
Tienes unos ojos hermoso, dignos de tu belleza tan singular.
¿Qué más necesita un hombre para inspirarse a escribir?
Nada más; diría yo, solo una ventana al cielo.
Colaboración de Diego Sánchez Carrillo
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