Mi querido corazón:
En vísperas de Navidad estás más emotivo
que de costumbre y te veo tan sensible
que no puedo dejar de observarte...
me emocionas.
Hoy deseo dedicarte unas líneas:
Quiero pedirte disculpas por estar siempre
cargándote con penas justificadas y de las otras
también... y como tú no te quejas, ya se me está
haciendo una costumbre contar con tu fuerza
constante, permanente, y hasta rutinaria
y tengo que reverlo.
Hoy te siento distinto y comprendo
que tu trabajo de cada día no es nada rutinario
¡Eres la Presencia de Dios!
¡Eres la vida misma que no se detiene,
el templo de mis sentimientos más genuinos,
el depósito de mis recuerdos: dulces y amargos!
Eres ¡Mi querido corazón!
¡Por Dios… cuánto trabajo tienes!
Debo valorarte mucho más porque estoy
comprendiendo, que siendo del tamaño
de mi puño, guardas dentro tuyo,
todo el Universo de mi vida.
Soy consciente que algunas veces
no te escucho, y que cuando actúo
desoyéndote, después te sientes muy triste,
y tú y yo la pasamos bastante mal,
sé que muchísimas veces me enojo
contigo y sin embargo sigues firme,
acompañándome, estimulándome...
¿Cómo no agradecerte si estás
pendiente de mis pasos? .....
Eres el primero en decirme ¡cuidado!
Eres el que me invita con cautela o con bríos
a ser pionera de mi camino ¿cómo no agradecerte?
si desde el principio y hasta el final, a pesar de todo,
siempre estás conmigo.