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General: POST-UMBRA
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De: Delfina (Mensaje original) |
Enviado: 17/06/2012 03:32 |
POST-UMBRA Con letras ya borradas por
los años, en un papel que el tiempo ha carcomido, símbolo de pasados
desengaños, guardo una carta que selló el olvido.
La escribió una
mujer joven y bella. ¿Descubriré su nombre? ¡no!, ¡no quiero! pues siempre
he sido, por mi buena estrella, para todas las damas, caballero.
¿Qué
ser alguna vez no esperó en vano algo que si se frustra,
mortifica? Misterios que al papel lleva la mano, el tiempo los descubre y
los publica.
Aquellos que jusgáronme felice, en amores, que halagan mi
amor propio, aprendan de memoria lo que dice la triste historia que a la
letra copio:
"Dicen que las mujeres sólo lloran cuando quieren fingir
hondos pesares; los que tan falsa máxima atesoran, muy torpes deben ser, o
muy vulgares.
Si cayera mi llanto hasta las hojas donde temblando está
la mano mía, para poder decirte mis congojas con lágrimas mi carta
escribiría.
Mas si el llanto es tan claro que no pinta, y hay que usar
de otra tinta más obscura, la negra escogeré, porque es la tinta donde más
se refleja mi amargura.
Aunque no soy para sonar esquiva, sé que para
soñar nací despierta. Me he sentido morir y aún estoy viva; tengo ansias
de vivir y ya estoy muerta.
Me acosan de dolor fieros vestigios, ¡qué
amargas son las lágrimas primeras! Pesan sobre mi vida veinte siglos, y
apenas cumplo veinte primaveras.
En esta horrible lucha en que
batallo, aun cuando débil, tu consuelo imploro, quiero decir que lloro y
me lo callo, y más risueña estoy cuanto más lloro.
¿Por qué te conocí?
Cuando temblando de pasión, sólo entonces no mentida, me llegaste a decir:
"te estoy amando con un amor que es vida de mi vida"
¿Qué te respondí
yo? Bajé la frente, triste y convulsa te estreché la mano, porque un amor
que nace tan vehemente es natural que muera muy temprano.
Tus versos
para mí conmovedores, los juzgué flores puras y divinas, olvidando,
insensata, que las flores todo lo pierden menos las espinas.
Yo, que
como mujer, soy vanidosa, me vi feliz creyéndome adorada, sin ver que la
ilusión es una rosa, que vive solamente una alborada.
¡Cuántos de los
crepúsculos que admiras pasamos entre dulces vaguedades; las verdades
juzgándolas mentiras las mentiras creyéndolas verdades!
Me hablabas de
tu amor, y absorta y loca, me imaginaba estar dentro de un cielo, y al
contemplar mis ojos y mi boca, tu misma sombra me causaba celo.
Al
verme embelesada, al escucharte, clamaste, aprovechando mi
embeleso: "déjame arrodillar para adorarte"; y al verte de rodillas te di
un beso.
Te besé con arrojo, no se asombre un alma escrupulosa y
timorata; la insensatez no es culpa. Besé a un hombre porque toda pasión
es insensata.
Debo aquí confesar que un beso ardiente, aunque robe la
dicha y el sosiego, es el placer más grande que se siente cuando se tiene
un corazón de fuego.
Cuando toqué tus labios fue preciso soñar que
aquél placer se hiciera eterno. Mujeres: es el beso un paraíso por donde
entramos muchas al infierno.
Después de aquella vez, en otras
muchas, apasionado tú, yo enternecida, quedaste vencedor en esas
luchas tan dulces en la aurora de la vida.
¡Cuántas promesas, cuántos
devaneos! el grande amor con el desdén se paga: Toda llama que avivan los
deseos pronto encuentra la nieve que la apaga.
Te quisiera culpar y no
me atrevo, es, después de gozar, justo el hastío; yo que soy un cadáver
que me muevo, del amor de mi madre desconfío.
Me engañaste y no te
hago ni un reproche, era tu voluntad y fue mi anhelo; reza, dice mi madre,
en cada noche; y tengo miedo de invocar al cielo.
Pronto voy a morir;
esa es mi suerte; ¿quién se opone a las leyes del destino? Aunque es
camino oscuro el de la muerte, ¿quién no llega a cruzar ese camino?
En
él te encontraré; todo derrumba el tiempo, y tú caerás bajo su peso; tengo
que devolverte en ultratumba todo el mal que me diste con un
beso.
Mostrar a Dios podremos nuestra historia en aquella región quizá
sombría. ¿Mañana he de vivir en tu memoria...? Adiós... adiós... hasta el
terrible día."
Leí estas líneas y en eterna ausencia esa cita fatal
vivo esperando... Y sintiendo la noche en mi conciencia, guardé la carta y
me quedé llorando.
Poemas de:
Juan de Dios
Peza
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