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General: Júntate con buenas compañias
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De: Nina40  (Mensaje original) Enviado: 31/10/2012 09:28

Júntate con buenas compañías

Todos los santos

¡Cómo obsesionan a los padres las compañías de los hijos! Les dicen: "¡Júntate con buenas compañías, por favor!". ¿Seguimos los adultos estos mismos consejos?
¿Quiénes son esas "buenas compañías", a las que hemos de juntarnos para que tiren de nosotros hacia adelante? Pues, las personas generosas que encontramos. ¿Qué otras "buenas compañías" podemos mencionar? Los santos, a los que, si queremos, podemos tener siempre a nuestro lado, ya que sus biografías o autobiografías nos permiten, en cierta medida, ser contemporáneos suyos, conocer sus proyectos, sus sentimientos, sus experiencias sublimes, la grandeza de su interior.

¿No es un increíble privilegio que los espíritus más nobles nos cuenten sus luchas por superarse, por vencer las fuerzas del egoísmo, sus experiencias de amistad, sus encuentros con Dios, los atisbos de la gloria que han gozado? ¿Quién puede agradecer suficientemente a Pablo el que nos haya abierto de par en par su alma para contarnos en las cartas su pasión por Jesucristo, sus luchas contra el pecado enraizado en su carne, su experiencia de cielo a través de las visiones, sus luchas por crear comunidades y hacer crecer a la Iglesia de Jesús?
¿Quién puede calcular el gran regalo que Agustín nos ha hecho con sus Confesiones, narrándonos el itinerario de la transformación de un hombre vicioso en un místico profundo?
¿Quién puede medir la magnitud del regalo que nos ha hecho Teresa de Jesús con obras como el Camino de perfección, El libro de su vida, donde nos narra cómo una religiosa con prestigio, piadosa, bien considerada, puede estar interiormente paralítica a causa de un egoísmo camuflado? ¿Quién puede medir la magnitud del regalo de sus
experiencias en esa transformación interior hasta convertirse en la esposa locamente enamorada del Señor
De verdad, me cuesta entender cómo muchas personas prefieren zambullirse en las aguas turbias de la vida de idolillos de nuestra sociedad, que lo único que nos ofrecen es el fracaso de unas vidas totalmente vacías....Me cuesta entender cómo una sociedad de tanto progreso como la nuestra sigue alimentándose con los trapos sucios de tantos personajillos de tres al cuarto... Me cuesta entender cómo determinados programos de la TV tienen tanto nivel de audiencia...¿En qué nos enriquecen interiormente en orden a superarnos y a crecer como personas? Sinceramente, me cuesta creer que no haya más personas apasionadas por ascender a las elevadas cimas de los santos para ver la grandiosidad de una persona realizada, transfigurada por pasiones sublimes y radiante por el poderoso fuego del amor que lleva dentro.
Los santos son, sin duda, la mayor grandeza y la mayor riqueza de la humanidad. Miguel Hernández pedía suplicante: ¡Ayudadme a ser hombre, no me dejéis ser bestia! Los santos nos pueden ayudar a ser hombres, personas enteras y felices. Para ello es preciso frecuentar su compañía.

Los santos se nos presentan como la definición exacta, de carne y hueso, de lo que es un verdadero cristiano. Definen al cristiano como una persona apasionada por Jesucristo y su causa, la causa del hombre, especialmente del que sufre.
Por eso, acercarse a los santos resulta "peligroso" y molesto. Ellos avergüenzan a los mediocres; los dejan en evidencia, como queda en evidencia una persona baja al lado de alguien esbelto. Sí, la presencia de los santos constituye una interpelación molesta. Por eso, con razón decía Jacinto Benavente en el título de una de sus obras: Los santos, para el cielo y los altares. Desde allí no nos acusan a los demás de mediocridad.
Los santos nos gritan, además, la increíble grandeza humana a la que se puede llegar viviendo en total responsabilidad y desarrollando las insospechadas riquezas que llevamos dentro. Y esto, aun partiendo de la degradación. ¿Quién iba a pensar que dentro de aquel joven licencioso, llamado Agustín, a quien tanto lloraba su madre Mónica por su vida escandalosa, estaba dormido un "San Agustín” cuya vida y pensamiento grandiosos iban a repercutir universalmente? ¿Quién iba a pensar que en aquel libertino, adicto al juego, pendenciero, bebedor, llamado Camilo, estaba dormido un "San Camilo de Lelis”, un gran samaritano, cuya mística haría surgir miles y miles de servidores de los pobres a lo largo de la historia?
¿Cuál será el proyecto de Dios sobre mí? ¡Qué sensacional conocerlo! ¿Qué estará esperando de mí?
¿Que no tienes madera de santo, dices? ¿Cómo lo sabes si no lo has intentado? Tampoco los santos creían tenerla. Es increíble que lleguen a decir los psicólogos que las personas sólo desarrollamos el 10 % de nuestras potencialidades. Es como si, en el orden corporal, pudiéramos lograr 1,90 mts. y nos hubiéramos quedado en enanos de 1,40 mts. Con toda seguridad: Si supiéramos lo que podemos ser, quedaríamos deslumbrados. ¿Cómo vamos a desperdiciar tanta riqueza?

Los santos gritan, además, otro mensaje: La cuestión es amar, y amar es servir allí donde Dios nos quiere. Lo mismo da ser una aldeana como María de Nazaret que una reina como Isabel de Hungría, ser portero como Martín de Porres que Papa como Pío X, ser rey como Fernando, que labrador como Isidro. Yo puedo ser, tú puedes ser, cualquiera puede ser, y debe ser, lo máximo que se puede ser: una persona buena. Cuando han preguntado a Delibes, Saramago o Buero Vallejo: "¿Cómo quieren que les recuerde la historia: como poeta, como novelista, como ensayista, ¿cómo?, coincidieron los tres respondiendo: "Quiero que me recuerden como una buena persona" La tarea más sublime que podemos hacer es: amar. No importa que lo hagas en tareas deslumbrantes o en tareas rutinarias como eran las de María de Nazaret. "También entre los pucheros anda el Señor", decía castizamente santa Teresa.
Los santos son un milagro de la acción del Espíritu. Un milagro que Dios está dispuesto a repetir en cada uno de nosotros. Pablo afirma con respecto a su obra: "He trabajado más que nadie; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1 Co 15,10). "Sin mí -asegura el Señor- no podéis hacer nada", pero agrega: "El que sigue conmigo y yo con él, da fruto abundante" (Jn 15,5). Cuenta San Agustín que cuando le venía el desánimo en su lucha por ser fiel al seguimiento de Cristo y en la superación de sus viejos vicios, sentía una voz interior, voz del Espíritu, que le decía: "Lo que éstos y éstas (refiriéndose a los santos) han podido, ¿tú no lo podrás?”.
Dios no pide milagros; los hace. Es necesario tener fe de que puede y quiere hacerlos en también en mí.
Dice sapiencialmente Laín Entralgo: "Un santo es un hombre cuya vida debería quitarnos el sueño". Se lo quitó a Ignacio de Loyola, cuando pidió un libro para leer y le trajeron la Vida de los Santos. Nunca hubo un insomnio tan resucitador. ¡Qué saludable sería que tomáramos con frecuencia este resucitador y dejáramos de lado tantos somníferos...

(Juan Jáuregui)



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De: XCristinaX Enviado: 31/10/2012 15:40


 
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