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General: El vampiro de Calkiní, un caso auténtico
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De: perladelmar (Mensaje original) |
Enviado: 30/10/2012 18:26 |
El vampiro de Calkiní, un caso auténtico
MÉRIDA, Yuc.- En 1955 ocurrió en esa población campechana un episodio terrorífico similar al de Seyé, donde se halló incorruptible el cuerpo de un torero.
MÉRIDA, Yucatán.- El año pasado, precisamente por estos días en los que es muy común que afloren los cuentos y leyendas de misterio y terror, narramos la espeluznante historia del "Vampiro torero de Seyé", un ser de ultratumba que aterrorizó a los pobladores de ese lugar en los años 20 del siglo pasado, y a consecuencia de ello un lector identificado sólo como "Van Helsing" hizo un comentario en la página de internet de sipse.com respecto a que un hecho similar había ocurrido en los años 60 en la población de Calkiní, Campeche.
En el caso de Seyé, historia que tiene su parte de verdad y su parte de leyenda, contamos que un gitano procedente de la Península Ibérica, de nombre Luis Figueroa, había llegado a Yucatán en 1928 como parte de un circo húngaro y que en sus andanzas en estas tierras había incursionado en la tauromaquia y que tras un desaire de una bella joven seyense, el europeo, luego de un percance en el ruedo de ese poblado, había fallecido, sin saberse la real causa de su fallecimiento, pues mientras unos mencionaban que la cornada que sufrió se le había complicado en tétanos, otros señalaban que el gitano se había quitado la vida colgándose de un árbol cercano al panteón del pueblo debido a su decepción amorosa.
Pero un tiempo después, al ser abierta su tumba, la gente se espantó al encontrarse incorruptible el cuerpo del torero, pues el cadáver no parecía haberse descompuesto, al contrario, estaba en perfectas condiciones, y lo que aterrorizó más a los que lo vieron fue que de sus labios sobresalían unos largos colmillos y las uñas de sus manos más bien parecían garras, además de que al mismo tiempo por esos días varios niños de Seyé habían presentado anemia, atribuyéndose esto a que el gitano era un "muerto viviente" que salía de su sepulcro por las noches para meterse a las casas y succionarle la sangre a esos infantes.
Sin embargo, sobre la historia del "Vampiro de Calkiní" pudimos comprobar que es verídica, auténticamente documentada. Revisando viejos periódicos y revistas de la época, investigamos que efectivamente se dio un caso de vampirismo en esa población campechana, pero no fue en los años 60 como nos lo habían informado en un principio, sino en 1955.
Sueño torero
Esta pavorosa historia comienza en la comisaría calkinense de Tepakán (en Yucatán existe un municipio con el mismo nombre), donde en mayo de ese año se llevó a cabo una corrida de toros, siendo uno de los espadas el capitalino Rosendo Álvarez, joven de 22 años que hacía sus pininos en los ruedos principalmente del Estado de México, Tlaxcala y pequeños poblados del centro del país, sin haber pisado nunca una arena importante.
Y así, tratándose de ganar un nombre en el arte de Cúchares, Rosendo aceptaba contratos donde sea y por lo que fuera, con la esperanza -ese era su gran sueño- de actuar alguna vez en la Monumental Plaza México o en el Toreo de Cuatro Caminos.
El espada, oriundo de la Ciudad de México, tenía buena estampa: era alto, delgado, de tez morena y cabello ensortijado. Las damitas pueblerinas se desvivían por ir a verlo torear y eran las que más le aplaudían cuando ejecutaba una "verónica" o algún otro trapazo. Pero lo que pocos sabían es que Rosendo era ateo como el que más, pues nunca se le veía rezar ni persignarse antes de pisar los ruedos, como acostumbra la gran mayoría de los toreros.
Es más, se decía que él recurría a otros sortilegios para darse suerte, ya que incluso portaba un raro amuleto.
Ese día de mayo, bajo candente sol, había un ambiente trágico, ya que poco antes del festejo taurino ocurrió un brutal accidente de carretera en el que fallecieron varias personas de Calkiní que se dirigían a Tepakán para asistir a la corrida.
Así, Rosendo se enfrentó a "Tinieblas", un burel negro de impresionante cornamenta y procedente de un rancho de Bécal, propiedad del ganadero León Montero, y del que se decía era un "toro matrero", o sea, de los que ya han sido antes toreados y por tanto no embisten al capote, sino al cuerpo del enemigo. Cuando apareció el astado en el ruedo, sólo se escuchó un "¡ooohhh!" de la gente, que quedó asombrada por la amenazante figura de la bestia.
Retó a la muerte
Tras unos cuantos capotazos, Álvarez se las dio de valiente y retadoramente se puso frente al descomunal cornúpeta y fue cuando éste lo levantó violentamente con una de sus astas, atravesándole el pecho. El animal lo zarandeó como muñeco de trapo. La gente quedó horrorizada al ver cómo el burel paseaba por todo el ruedo al moribundo torero, que quedó ensartado en uno de los largos y filosos cuernos.
Los asistentes del matador, por más que quisieron, no podían zafar el cuerpo del torero de las astas de "Tinieblas" y no fue sino hasta que el animal lo lanzó a la arena y luego lo pisoteó, que una cuadrilla pudo sacar del ruedo al pobre Rosendo, que ya estaba más muerto que vivo, con el traje de luces, que antes era oro y verde, tinto de sangre.
Llevaron al desfalleciente matador fuera del improvisado coso y pidieron ayuda a un vecino, uno de los pocos que tenía automóvil, pero éste se negó a llevar al herido al Centro de Salud de Calkiní. Entonces lo subieron a una carreta tirada por una mula y lo trasladaron a esa clínica, pero al llegar Rosendo ya había exhalado el último aliento.
Sin nada más que pudieran hacer, llevaron el cuerpo del malogrado torero al Palacio Municipal de Calkiní, colocándolo sobre una banca de varillas de madera y ahí permaneció toda la tarde y noche de ese trágico domingo hasta el día siguiente. Sólo sus compañeros toreros y algunos curiosos fueron a ver el cadáver, el cual aún seguía chorreando sangre, al grado de que dejó un impresionante y horrible charco de líquido rojo, espeso y pegajoso, que algunos descuidados pisaron, dejando tétricas huellas en los pasillos del recinto municipal.
Ese lunes por la tarde, ante la ausencia de familiares que reclamaran en el momento el cuerpo del torero y antes de que se empezara a descomponer, los restos mortales de Rosendo Álvarez (1933-1955) fueron inhumados en el camposanto de Calkiní. Al cortejo fúnebre sólo asistieron unas cuantas personas.
Siniestro hallazgo
Una vez transcurridos los tres años de rigor para exhumar un cadáver, se presentaron en la población los padres de Rosendo, provenientes de la capital de la República, con el afán de llevarse los restos del hijo querido para enterrar en un cementerio de la ciudad que lo vio nacer.
Y es en esta parte donde la narración se vuelve intrigante para la ciencia y aterrorizante para los supersticiosos. La familia de Rosendo fue al panteón acompañada del sepulturero "El Chel" Canul, y se encontraron con que la cruz de granito que adornaba el sepulcro había desparecido y sólo quedaba la base.
"El Chel" destapó la bóveda donde yacían los despojos de Álvarez. El enterrador bajó a la fosa y con una escoba quitó el polvo y telarañas que cubrían el ataúd, para luego proceder a desclavar el féretro. Los padres del torero observaban con solemnidad la labor del empleado del camposanto. Era el momento de ver al amado hijo que perdieron hacía tres años antes. Entonces, al levantar la tapa del sarcófago, todos se echaron hacia atrás. No hallaron una osamenta como esperaban, sino un cuerpo bien conservado.
Rosendo mostraba una siniestra sonrisa y de sus aún rojos labios sobresalían unos colmillos como agujas. Tenía el pelo más largo y una barba y bigotes crecidos y, curiosamente, al ser colocado en el interior del ataúd, su chaquetilla de torero había quedado levantada, dando la impresión de que fueran como unas diabólicas alas.
Los papás de Rosendo ya no quisieron que se sacara el cuerpo; pidieron al sepulturero que volviera a sellar la tumba y de ellos jamás se volvió a saber nada. Pero el incidente corrió como pólvora en la población y entonces se empezaron a contar mil y un historias al respecto, sobre que el malogrado matador se había convertido en vampiro y que ese ser del más allá salía por las noches a chuparle la sangre a alguna víctima propicia.
Y ya ha pasado más de medio siglo del misterioso suceso y en Calkiní aún muchos de los habitantes de esa época recuerdan todavía con terror la historia del "vampiro torero".
JAJJA YO NI ENTERADA ESTABA PERO EN YUCATAN HUBO VAMPIROS ME DA MELLOOOOOOOOOOOOO MUCHO MELLO
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