No lo merecemos.
Los hombres no merecemos tan gran Salvador, porque con nuestras continuas traiciones, desilusionamos a Dios, desilusionamos a Jesús que tanto nos ama, y le hacemos bajar los brazos, de modo que Él, para consolarse, debe mirar a su Madre perfecta y así tomar fuerzas y seguir amándonos.
Este ejemplo debe servirnos a nosotros cuando nos dicen que tal persona no es digna de nuestro amor, y nos aconsejan la separación, el odio o el olvido.
No hagamos caso, sino tomemos el ejemplo de Cristo Jesús, que a pesar de que nosotros no somos dignos de su amor, Él nos ama igualmente, y nos perdona una y mil veces.
Pero tengamos cuidado porque también el amor, al ser rechazado tantas veces, se enciende en ira y puede traer la destrucción, y eso es el Infierno. Pues en el Infierno están las almas que rechazaron hasta el fin el amor de Dios, y el Amor se ha enojado y los hace arder para siempre.
¿No sucedió algo similar con los invitados a las bodas del rey, de la parábola del Evangelio? Ellos rechazaron la invitación, y luego el Señor, enojado por su rechazo y la maldad de esos siervos, les incendió la ciudad y los destruyó.
¡Atención entonces nosotros cómo estamos respondiendo al amor de Jesús, al amor de Dios! Porque mientras tenemos vida podemos reparar y responder al Amor con amor, pero cuando muramos se termina el tiempo concedido a cada alma, y comienza el tiempo de la Justicia.
Y en cuanto a amar a los que no son dignos de nuestro amor, tenemos que tomar el ejemplo de Jesús y amarlos igualmente, porque ésa es la Voluntad de Dios.