Usemos bien el tiempo.
El tiempo de vida que tenemos sobre la tierra es como una moneda que nos da el Señor para que la invirtamos bien, haciendo buenas obras y aprovechándolo al máximo, pero no en el sentido mundano de “vivir la vida”, de “pasarlo bien”, sino más bien de aprovechar el tiempo para ganarnos el Cielo y hacérselo ganar a otros muchos hermanos nuestros.
No dejemos que la vida se nos pase en balde, sino utilicemos los preciosos minutos que la Providencia de Dios nos regala en este mundo, para hacer acopio de un tesoro que no se arruinará con el paso del tiempo, sino que nos estará esperando en el más allá.
Pero ya en este mundo, si sabemos aprovechar bien el tiempo, viviremos contentos y con una cierta alegría, sabiendo que estamos haciendo lo que Dios quiere y que no pasaremos por el mundo como alguien más, como un número solamente, sino como quien ha hecho algo por la humanidad, por Dios, por las almas, que son las joyas del Señor.
No sabemos cuánto tiempo más de vida tendremos todavía, y por ello debemos aprovechar cada segundo para dar gloria a Dios y salvar almas, comenzando por la nuestra, porque no podemos salvar a otros si primero no nos salvamos a nosotros mismos, viviendo en gracia de Dios y rezando en todo tiempo.
¡Que Jesús y María nos bendigan!