John tenía en sus manos todas las características para ser un músico, un compositor o un productor musical de primer orden. Nació en St. Louis, Missouri, lo cual ya casi le hace llevar en la sangre el blues y el jazz. Un lugar donde los mejores músicos norteamericanos han vivido, en donde maduraron o en donde han tenido algunos de sus mejores éxitos. Además, John estudió Producción musical en Nashville, Tennessee, la “Ciudad de la música”. Sin embargo, Dios se le hizo el encontradizo una noche estrellada, junto a un lago, y le hizo una propuesta mucho más prometedora: seguirle de cerca como sacerdote. Hoy, el hermano John Klein sigue vinculado a la música tocando en las calles de Roma, promoviendo sus canciones en las redes sociales, grabando algún disco y, siempre que puede, y suele poder muchas veces, tocando en encuentros juveniles, adoraciones eucarísticas y allí en donde quieran escuchar su música evangelizadora.
Ya ha terminado teología y, si todo va bien, se ordenará sacerdote en breve. Klein ha dedicado un tiempo para hacer un breve repaso sobre la relación tan importante que hay entre música y evangelización para este aspirante al sacerdocio: “Para mí es muy clara cuál es mi vocación: lo primero ser santo, un santo religioso y un sacerdote Legionario de Cristo. Esto es lo que más deseo y espero con interés. Me visualizo como sacerdote escuchando confesiones, celebrando la misa, predicando… No hay nada más importante que esto, pero también es verdad que la música es una herramienta que me ayuda a predicar y enseñar a otros cómo es de grande y emocionante el amor de Dios y la misión a la que nos invita”.
“Dios me ha dado este don –explica el religioso- y por eso lo utilizaré tan a menudo como pueda. Todos nuestros dones y talentos deben ser puestos al servicio de Cristo y de la misión, y es allí donde se encuentran su cumplimiento y perfección”.
En realidad, le preguntamos, esto es algo que ya hace ahora: “Bueno, sí. Cada jueves toco en una Hora Santa para jóvenes, en inglés, en el centro de Roma. La Hora Santa y el apostolado se llaman UpperRoom. Y también participo en unas misiones callejeras en Roma: las llamamos StreetFaith y en ellas la música es una oportunidad para establecer contacto con la gente, hablar de Cristo e invitarles a pasar a una iglesia en la que pueden hacer un rato de adoración, confesarse, hablar con algún sacerdote… Es llevar la fe a la calle”.
No es algo nuevo en él, antes de entrar en el seminario, en Nashville, tuvo una fructífera relación con grupos musicales protestantes. En aquella época, sin dejar de ir a Misa, comenzó a asistir a sus estudios de la Biblia. Allí empezó a tener contacto con la música cristiana: “Aquellos jóvenes tenían un amor más sincero a Cristo que yo, así como un enorme valor a la hora de vivir su fe en público. Empecé a escribir y tocar música cristiana con algunos amigos bautistas que había hecho e, incluso, les acompañé en alguna gira Nashville y Mississippi”.
Es lo que dijo Dostoievski en su día, y lo que repite el H. John: “Creo que la belleza tiene una muy poderosa fuerza evangelizadora. La Belleza no te fuerza, siempre es una invitación suave. Cada amanecer, cada noche estrellada, cada cascada o montaña nevada es una amable invitación a levantar nuestras mentes en busca de nuestro creador. También dan testimonio de la ternura y la bondad de Dios. Lo mismo se aplica a las artes humanas. A través de la pintura, la escultura, la danza, la música… tratamos de imitar y perfeccionar la belleza que se descubre en la naturaleza”.
Para este religioso, la música es un potente transmisor de la belleza y una forma de conectar con Dios: “Si ves una presentación de diapositivas con las imágenes de tu último viaje de vacaciones, seguro que trae buenos recuerdos. Pero si las ves con música, los recuerdos vienen a tu mente de una manera emocionante y completamente nueva”. “La música añade otra dimensión –nos explica con interés este músico religioso-: nos conecta a la dimensión espiritual de nuestra naturaleza, y allí descubrimos a Dios dentro de nosotros”.
“Mi misión es llevar a Cristo a los demás y la música es una de las herramientas que Dios me ha dado para llevar a cabo esa misión”, señala con convencimiento. Algo que vive especialmente con los jóvenes: “La música ayuda a los jóvenes. Les inspira para encontrarse con Cristo y para seguirlo de una manera más profunda. Además, la música es una gran herramienta para romper el hielo con aquellos que están más lejos de Dios”.
Es algo que vive constantemente: “Toco en un montón de horas santas a las que me invitan. Me gusta, porque la música prepara el alma para la oración, relajándolo y levantándolo a Dios. Sucede algo maravilloso: la música se mezcla con la oración vocal delante de la Eucaristía. Es una combinación poderosa que puede ser un catalizador para ayudar a los chicos a experimentar el amor de Cristo de una manera más profunda”.
Pero no todo es adoración. John también compone para quienes están más alejados de Dios: “Escribo canciones sobre mis experiencias de la vida y de Dios. Las toco durante los retiros o en momentos en que estoy con gente que no es cristiana o que no va habitualmente a la Iglesia. Muchas personas, después de escuchar, se abren y empiezan a hablar contigo, se rompe el hielo y comienza la conversación. Es todo un método de preevangelizacion”.
Le hemos preguntado que por qué conecta tan bien la música con los jóvenes, y nos responde que “la música es algo emocionante, dinámico, energizante, estimulante y hermoso”. Y analiza algo que no puede descartarse a la hora de tratar con ellos: “Los jóvenes desconocen todavía quiénes son y tienen que decidir en qué tipo de personas se convertirán. Para ellos el futuro es todavía muy abierto y las opciones son muchas. Ellos están buscando la belleza, la autenticidad, ideales por los que vale la pena vivir y luchar... en una palabra, están buscando una verdadera vida. Ahí es donde la música se adapta a sus vidas para ofrecerles inspiración, nuevos ideales, los valores y la belleza”.
Es habitual verle al hermano tocando en la calle, colgando sus vídeos en las redes sociales, y le preguntamos por estos escenarios tan particulares. “No me gusta cantar especialmente en las calles porque es difícil y hay que ganarse un público. Ganar audiencia es duro. Cuando estoy en la calle más que tocar música a lo que me dedico es captar la atención de los viandantes para compartir una palabra con ellos acerca de Cristo después de la canción”.
Y sobre las redes sociales nos explica que “los medios de comunicación son oportunidades para la evangelización. Es necesario llevar comentarios positivos, fotos y música inspiradora. Tenemos que sembrar un montón de pequeñas semillas de esperanza en todos los medios sociales. Dejemos que el Espíritu Santo haga crecer estas semillas, pero debemos hacer nuestra parte por estar presentes y compartir libremente todas las cosas buenas que Dios está haciendo en nuestras vidas”.