RECUERDA LO QUE DIOS HIZO POR TI
Aunque Dios nunca hubiera hecho algo por ti, aun así merecería tu
continua alabanza por el resto de tu vida por lo que Jesús hizo en
la cruz. ¡El Hijo de Dios murió por ti! Ese es el motivo más
importante de la adoración.
Por desgracia, olvidamos la crueldad del sacrificio y la agonía que
Dios sufrió en nuestro lugar. La familiaridad genera complacencia.
Incluso antes de su crucifixión, al Hijo de Dios lo desnudaron y lo
golpearon hasta dejarlo irreconocible, lo azotaron, lo insultaron y
se burlaron de Él, le pusieron una corana de espinas y lo escupieron
con desprecio. Hombres crueles abusaron de Jesús y lo
ridiculizaron, lo trataron peor que a un animal.
Después de estar casi inconsciente por las hemorragias, lo obligaron
a cargar una pesada cruz por un camino ascendente, lo clavaron en
una cruz y lo dejaron morir lentamente, en una atroz muerte por
crucifixión. Mientras se desangraba, tuvo que escuchar las burlas y
los insultos del gentío que se divertía viendo su dolor, desafiando
su afirmación de ser Dios.
Además, mientras el Señor cargaba todo el pecado y la culpa de la
humanidad sobre su persona, Dios miró a otro lado y Jesús
exclamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Él pudo
haberse salvado a sí mismo, pero entonces no habría podido salvarte
a ti.
No hay palabras que puedan explicar la oscuridad de ese momento.
¿Por qué Dios permitió y toleró ese maltrato tan espantoso y
malvado? ¿Por qué? Para que no tuvieras que pasar la eternidad en
el infierno, y para que pudieras estar en su gloria para siempre.
La Biblia dice: "Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios
lo trató como pecador, para que en Él recibiéramos la justicia de
Dios", 2 Corintios 5:21.
Jesús dio todo de sí para que tuvieras todo. Murió para que
pudieras vivir para siempre. Eso por sí solo ya es suficiente para
merecer tu gratitud y alabanza continua. Nunca más te preguntes qué
motivos tienes para agradecer a Dios.