¡Cuan usual es la queja! la gente vive quejándose por lo que les falta, sin valorar lo que tienen, quejándose por causas que en realidad no son importantes y que muchas veces tienen su origen en una sociedad que nos empuja a ansiar cosas. Quizás es parte del proceso competitivo que tan arraigado está como patrón cultural social y que nos empuja incita a nunca estar satisfechos como si ser conforme fuera un defecto.
Si de cosas materiales se trata, debiéramos entender que cuando tenemos lo que nos permita una vida digna, en vez de anhelar más y más deberíamos sencillamente dar gracias a Dios. Tener de más, habiendo tantas carencias en el mundo, no es algo para sentirnos orgullosos o felices.
Cuenta una leyenda hindú que un hombre se quejaba porque sus zapatos estaban rotos, hasta que vio a un hombre sin pies. Si tenemos lo que nos permite una vida normal, estable, somos grandemente bendecidos.
Con lo que si no deberíamos conformarnos es con ser siempre los mismos y no preocuparnos por ser mejores personas, elevar nuestra espiritualidad y engrandecer nuestra alma a través de acciones cotidianas y hechos que hablen por si mismos de cuan lindo es nuestro interior. Entonces si nos mueve el deseo de crecer y evolucionar interiormente, deberíamos preguntarnos en cómo somos con los seres que conforman nuestro entorno. ¿Cuánto estamos dispuestos a dar sin esperar recibir? ¿Cuánto nos preocupamos por ayudar aquel que esta en desventajosas condiciones de vida y que no tiene forma de retribuir la ayuda que pudiéramos darle?
Una vez empiezas a andar por el camino del amor incondicional se va creando una especia de hábito. Anhelas ayudar a otros, ser útil a quien te necesite, poco a poco no solo colaboras porque surge la oportunidad sino que nace en ti una necesidad de hacer el bien. Más allá de un acto casual lo integras a tu cotidianidad y llega a ser parte de tu naturaleza humana, tan natural como comer, como respirar, entonces percibirás que se abren unas puertas maravillosas ante ti, tu mundo se transforma y comienzas a sentir una satisfacción enorme y una alegría y una felicidad diferente por simplemente vivir día a día en el amor incondicional. A partir de ese momento, imposible encontrarnos con alguien que necesita sin dar, imposible encontrarnos con alguien en medio del dolor sin evitar darle de nuestro tiempo, de nuestro consuelo, y nuestro apoyo solidario, imposible pasar de largo ante el mendigo que es ignorado por los demás y más allá de darle dinero ir y comprarle alimento. Sencillamente imposible cerrarnos al amor incondicional porque se ha albergado en nuestro corazón y nos habla a través de nuestra voz interior.
Una gran parte de las personas dan en la medida que reciben , siendo este un mero acto de reciprocidad. Desarrollar la capacidad de dar sin recibir, sin esperar nada a cambio, ayudar, ser empáticos, solidarios, sensibles ante las situaciones diversas que pueden confrontar los que nos rodean , nos permite ir desapegándonos de el egoísmo que tanto daño le hace a nuestro crecimiento espiritual.
Dar sin recibir, acercándonos al Padre que es la energía del Amor Supremo. Si queremos un mundo mejor hay que plantear urgentemente un giro hacia otra forma de vivir.
Dar sin recibir, una hermosa manera de agradecer por todas las bendiciones recibidas, y por aquellas que vendrán como consecuencia de nuestros actos diarios de amor incondicional.
Namasté.