Palpita en el cuerpo de su mano
inquieta golondrina prisionera,
vibrátil, rígida, sin que pudiera
dejarla en libertad. En el piano
se adormecía en el canto cortesano
que a cuantro manos en una voz naciera.
Su timidez pensó: "Si me atreviera..."
Y la música fue rumor lejano.
Lo creyó un corazón entre los dedos,
húmedo, cálido..., perdió sus miedos,
y se dejó arrullar por sus latidos.
Cuando la noche desplegó su sombra,
los envolvió a los dos sobre la alfonbra
desnudos , abrazados y dormidos.
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