Molesto por los trastornos que le ocasionaba su pluma fuente cuando esta se le atascaba en medio de un reportaje, el húngaro naturalizado argentino Ladislao Biro y su hermano Georg, quien era químico, lograron una tinta que era muy útil para la escritura a mano, pero que tenía el inconveniente de que no podía utilizarse con la pluma pues se trababa al escribir. Pero Ladislao ideó cómo resolver este último inconveniente observando a unos niños mientras jugaban en la calle con bolitas que al atravesar un charco salían trazando una línea de agua en el piso seco: se dio cuenta de que en vez de utilizar una pluma metálica en la punta, debía utilizar una bolita. La dificultad de trasladar ese mecanismo a un instrumento de escritura residía en la imposibilidad de desarrollar esferas de un tamaño suficientemente pequeño. Ladislao Biro patentó un prototipo en Hungría y Francia en 1938, pero no lo llegó a comercializar. Ese mismo año, Agustín Pedro Justo, quien pocos meses antes había dejado de ser Presidente de la Nación Argentina, le invitó a radicarse en su país cuando de casualidad lo conoció en momentos en que Biro estaba en Yugoslavia haciendo notas para un periódico húngaro. Agustín Justo lo vio escribiendo con un prototipo del bolígrafo y maravillado por esa forma de escribir se puso a charlar con él. Biro le habló de la dificultad para conseguir una visa y Justo, que no le había dicho quién era, le dio una tarjeta con su nombre.[2]
Biro no se decidió en ese momento a viajar a la Argentina, pero en mayo de 1940, al comenzar la Segunda Guerra Mundial, él y su hermano emigraron a la Argentina junto con Juan Jorge Meyne, su socio y amigo que le ayudó a escapar de la persecución nazi por su origen judío.[2] Tiempo después su esposa Elsa y su hija Mariana desembarcarían también en Buenos Aires. En ese mismo año formaron la compañía Biro Meyne Biro y en un cochera con cuarenta operarios y un bajo presupuesto perfeccionó su invento, registrando el 10 de junio de 1943 una nueva patente en Buenos Aires. Lanzaron el nuevo producto al mercado bajo el nombre comercial de Birome (acrónimo formado por las sílabas iniciales de Biro y Meyne). Al principio los libreros consideraron que esos «lapicitos a tinta» eran demasiado baratos como para venderlos como herramienta de trabajo y los vendían como juguetes para chicos.[2] Al respecto, en su última entrevista antes de fallecer, Biro afirmó: “Mi «juguete» dejó treinta y seis millones de dólares en el tesoro argentino, dinero que el país ganó vendiendo productos no de la tierra sino del cerebro”.
Cuando comenzaron a promocionarse se les llamaba (pluma) esferográfica y se hacía hincapié en que siempre estaba cargada, se secaba en el acto, permitía hacer copias con papel carbón, era única para la aviación y su tinta era indeleble.
En 1943 licenció su invento en la entonces extraordinaria suma de 2.000.000 de dólares a la firma de instrumentos de escritura Eversharp, de los Estados Unidos, que fue adquirida a su vez por la empresa Parker Pen, que instaló su planta de la Argentina y sus oficinas comerciales en las que ocupaba Birome, y en 1951 a Marcel Bich, de Francia. Este último desarrolló, bajo la marca BIC, un bolígrafo de bajo costo que contribuyó enormemente a la popularización del invento.
En 1945 la Fuerza Aérea de los Estados Unidos hizo un pedido de 20.000 unidades. Biro no había patentado su invento en Estados Unidos, lo que provocó fuerte competencia. En el mismo año Milton Reynolds desarrolló su propio modelo, y Franz Seech inventó la tinta que seca en contacto con el aire, conocida comercialmente como Paper Mate.
La sociedad formada por Biro y sus socios quebró, aquejada de falta de financiación y por nuevos inventos que no tuvieron éxito comercial. Un antiguo proveedor, Francisco Barcelloni, independientemente de los desarrollos de Bich, intentó entusiasmar a Biro para fabricar un bolígrafo de bajo costo. No logró convencerle y se instaló por su cuenta; mejoró el flujo de tinta y ensayó una bolilla de triple dureza. Posteriormente, Barcelloni contrató a Biro para la dirección de la nueva fábrica, cuyo nombre comercial era Sylvapen.
Entre otros inventos Biro diseñó un perfumero usando el mismo principio que el bolígrafo. Más tarde, con el mismo principio se creó el desodorante de bolilla, conocido en inglés como 'roll-on'.