Pueden suceder tantas cosas en un día, la rutina nos hace su presa, las obligaciones son innumerables, y el tiempo es escaso. Tanto que no somos capaces a veces de valorar los aromas, los colores, y menos los gestos de acercamiento. No nos damos tiempo de profundizar y ver lo que realmente interesa en nuestra vida.
No solo existe lo que es difícil de comprar, no sólo lo que está inalcanzable, tanto como aquél sueño o meta que desesperadamente perseguimos. Tenemos con nosotros quizás lo más invaluable, pero insistimos en no verlo. A veces el agrado de una cercanía, una conversación, es el regalo que puede iluminar el día y dejarnos la sensación maravillosa de estar plenos y satisfechos. Sin embargo insistimos en buscar lejos. No queremos ver lo sencillo y cercano ya que desconfiamos y esperamos que todo se consiga a fuerza de lucha. Es la sinrazón de lo inexplicable. Es el momento de darnos un minuto para visualizar qué es lo importante para nosotros. Hemos perdido años en el vértigo del apuro, en perseguir lo superficial, y perdimos de vista lo esencial : la belleza sin límite de la sencillez.
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