Mientras viajaba en el bus destino a su casa, en una parada, acertó a leer un titular del periódico. “Todavía de incógnito el misterioso ganador del premio más fabuloso de la lotería”. Eso le causó inquietud, pero lo logró enfriar ese súbito impulso de contarle todo a su mujer. Impaciente, se bajó todo lo rápido que le permitió la pesada maleta. El corazón le latía muy fuerte al introducir la llave en la cerradura. ¡Si hasta le temblaba la mano! Entró, dejando la maleta en el suelo.

- ¡Margarita! – llamó. Silencio. Fue a la cocina. Nadie. Ni luces de Margarita, ni Susana, su hija. Frustrado,  volvió a la cocina y abrió la puerta del refrigerador. Ni una cerveza, pero, cosa rara, encontró una botella de champaña a la que le quedaba un resto. El detestaba ese vino, lo consideraba cosa de mujeres y maricones. Cerró la puerta del aparato de un golpe. ¿Qué estaba pasando en su casa? Se instaló en la sala a ver televisión, mientras esperaba que llegara alguna de las dos. Se quedó dormido, hasta que el ruido de pasos de varias personas y unas risas estrepitosas lo despertaron. Mirándolo con estupefacción vio a su mujer que había llegado con su vecino, el compadre Canales. - ¿Y tú, dónde te habías metido? . le dijo sarcásticamente la Margarita, que se había  soltado con brusquedad del brazo del acompañante.  ¡Eso tendría que preguntarlo yo! . se indignó Francisco. Se puso de pie con dificultad, encarando al vecino. - ¿Qué te has imaginado huevón de mierda? Y se abalanzó sobre Canales. Pero Margarita se interpuso. - ¡No te atrevas! ¡Te estai imaginando cosas! El perla se va de la casa y ahora pretende que le rindan cuentas…Francisco, cogió a la mujer de un brazo pero en ese momento se abrió la puerta y Susana se abalanzó a proteger a su madre. – Con permiso, yo me voy ´porque esto es asunto de ustedes. Canales aprovechó el tumulto para retirarse. - ¡Cobarde, mujercita, ven a poner la cara, desgraciado!

Las dos mujeres lo enfrentaron histéricas. Le reprocharon que las había abandonado a su suerte, que no se mandaba solo, que la presunta luna de miel había sido una farsa para luego irse con otra mujer, etc. etc.

Ahora se explicaba la botella que encontró y se imaginó la fiestecita que habían celebrado en su ausencia. ¡Que estúpido había sido! El asunto ya no tenía vuelta atrás. Sin pensarlo más, mientras las dos mujeres seguían con sus reproches, recogió su maleta y se fue a la calle.

Paró un taxi y tras pensarlo dos segundos, decidió irse al Plaza San Francisco. Allí había entrado una vez que le entregara el auto a un cliente del sur. Pensaba que jamás volvería a entrar a un hotel así. Fue como una pequeña revancha al destino. Luego de los trámites de rigor, dejó su maleta y salió a a hacer unas compras para las que no había tenido tiempo el día anterior.

Luego de un par de horas, entró al restaurant del hotel. Mientras esperaba el pedido, se entretuvo anotando en su nuevo teléfono. A pesar del disgusto con su mujer, esa traidora, decidió asignarle una cantidad mensual que le permitiera llevar una vida cómoda y sin privaciones, que serviría también para los futuros estudios de la hija. Pero, como indudablemente eso traería sospechas de todos y terminarían por descubrir la fuente del dinero, calculó que lo mejor que podía hacer era marcharse del país. Había llegado el momento de consultar  su amigo experto en finanzas. Averiguó su teléfono, charlaron de algunas naderías y concertaron una cita para el día siguiente. Por suerte, un cliente había cancelado la entrevista.

Después de comer en ese ambiente tranquilo, agradable, donde nadie gritaba y ni siquiera hablaba muy fuerte, llamó al  mozo y le hizo unas preguntas. De inmediato, éste extrajo del bolsillo superior de su chaqueta, una tarjeta que le entregó con una leve sonrisa. En ésta se leía: “Eros Erotic Massage”, la dirección quedaba a una cuadra del hotel.

 

 

 

 

 

Entonces, rompió la tarjeta y tiró los pedazos al suelo, metido en su antiguo yo. Llamó un taxi y le dio la dirección  de una calle conocida por sus casas con mujeres que hablaban como él, donde no tendría que asumir una personalidad diferente. Las cosas con calma – pensó. Ya su familia había quedado atrás, pero tenía la necesidad de hablar y sentir cerca a los suyos. Al bajarse del taxi, con un suspiro de alivio, eligió una casa que jamás había visitado porque era más caro. Y, luego del primer pisco sour, observó a las chicas que se acercaban. Se decidió por la más joven, pues esa era la especialidad de la casa.

- ¿Cómo te llamas?

- Hurrem, dijo la chica, alzando la barbilla, mostrando unos ojos de un verde

 insólito.

A Francisco casi le dio un ataque de risa, pero se contuvo. Seguro tenía lentes de contacto para calzar con el personaje. Además, su escasa vestimenta tenía un aire exótico con cascabeles cosidos al bikini, que hacía sonar con sus movimientos estudiados. Tenía la edad de la Susana, con la piel lisa e invitante y una cara linda, a pesar de los rasgos algo toscos. Ella comenzó a desvestirlo, mientras le hacía preguntas con insistencia,  que él se negó a responder. Excitado después de varios días de abstinencia, fue directo al grano. ¡Qué enorme contraste con la Margarita! Esta chica le hizo sentir el placer a plenitud, con su carne fresca, sus pechos jóvenes en vivo contraste con los rollos de carne suelta, los órganos laxos de su mujer. Después no quiso volver al hotel. Pagó a la fingida Hurrem por la noche y se quedó a dormir. A l despertar a la mañana siguiente, le excitó su cuerpo dormido e hicieron el amor. Se dio una rápida ducha y se marchó al hotel, premunido de una nueva tarjeta y muchas invitaciones a regresar.

Ya en el hotel, luego de una afeitada y cambio de ropa, decidió cambiarse de allí, donde se sentía incómodo. Se dirigió entonces al banco a cumplir con lo que había decidido después de tomarse un café. Allá hizo los arreglos necesarios para que la Margarita, que a pesar de su mal comportamiento, era su responsabilidad legal y habían compartido toda una vida en común, recibiera todos los meses una cantidad suficiente para llevar una vida cómoda. También dejó establecido que la Susana, al cumplir la mayoría de edad, recibiría también una suma fija para su manutención. Además, tramitó allí mismo el arriendo de un departamento amoblado en Providencia, barrio central y no tan arribista como Las Condes y Vitacura, donde se habría sentido demasiado extraño.

No dejaba de preocuparle la reacción de su familia. Cuando recibieran el dinero, les intrigaría sobremanera la situación y tratarían de ubicarlo. Podrían llegar a sospechar dos cosas: que estaba metido en negocio de drogas y que había recibido el bendito premio y no quería compartirlo, más que a medias.

Vería la manera de organizarlo conversando con su ex compañero, con quien ya había cambiado el día de la cita. Por fortuna, ésta se celebraría al día siguiente.

Terminadas las gestiones en el banco y provisto de la dirección de su nuevo domicilio. Bajó a la estación Plaza de Armas, cambió en Baquedano a la Línea 1, para bajarse en la estación Pedro de Valdivia. Entonces atravesó el puente hasta llegar a la dirección que le habían entregado, en Pedro de Valdivia Norte. Encontró el edificio, tomando contacto con el administrador, que lo estaba esperando para mostrarle su nueva residencia. Subieron al octavo piso, para entrar al departamento elegido. Desde la entrada, llegaba la luz del ventanal del living. Primeramente, el señor Castro, el administrador, le mostró la cocina, que estaba en primer lugar a mano derecha. Bastante amplia para un departamento, pensó Francisco, tenía todos los elementos necesarios, refrigerador, horno microondas, cocina, lavaplatos, muebles, todo en tonos grises y blancos. Castro abrió ls puertas de los  muebles para mostrar ollas, sartenes, vajilla. Al fondo, la loggia con todas las instalaciones correspondientes, lavadora, estantería, colgadores. El administrador le aclaró que podía usar la lavandería automática del subterráneo si así lo prefería. Luego, le mostró el resto del recinto: living con muebles simples, cómodos, en colores sobrios, el dormitorio principal con una cama king size, el vestidor, el baño. Éste, al igual que la cocina, contaba con la iluminación natural de un patio de luz. Enseguida, le mostró los otros dos dormitorios y el abaño común, indicando que uno de ellos podía usarlo como escritorio. Caramba ¿y para qué? pensó Francisco. Regresaron al living y salieron a la terraza que mostraba la vista de buena parte del sector. En ella habían instalado una pequeña mesa y dos sillas, más un juego de sofá y dos sillones con base de ratán.  – Ideal para el desayuno y el cóctel de la tarde – insinuó Castro- y también hay un completo gimnasio y piscina en el primer piso.

Francisco respiró profundo y quizá sólo entonces tomó el peso de su nueva situación. Y pensó que por delante tenía el trabajo de ponerse a tono con ella.

 

 

 

 

 

Te corresponde amiga, tu lo tienes claro, nosotras no.

Hazlo para que no pierda interés. 

Te esperamos

Pero Laura, se ve que tienes muy claro todo el tema. Te sale todo parejito y claramente puedes llevarlo al final que ya imaginaste. .Esperamos que ya te decidas y lo lleves a buen puerto. Ayúdanos, por favor.