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General: La jubilación
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De: Laura Frias (Mensaje original) |
Enviado: 14/04/2016 16:29 |
La jubilación
El mismo día que cumplí 59, comenzó
mi último año antes de la anhelada libertad y dejé esa molesta esclavitud de la
tintura del cabello. Se vería horrible la mezcla de colores por cerca de un
año, pero no tenía importancia ya. Usaba lentes de contacto, pero bastaba la
entrada de alguna mínima partícula de algo en los ojos, para que se instalara
bajo el lente, provocando indecibles molestias, en especial al manejar. ¡Fuera
lentes de contacto!
La empresa había cambiado de
dueños, los gerentes fueron reemplazados y nos tocaba otra vez el insufrible
espectáculo de las escobas nuevas, obligadas a encontrar malo todo lo pasado e
intentar, casi con frenesí, cambiar sistemas y procedimientos para lograr
mejoras. Lo peor del caso era el obligado asesoramiento a la gente nueva, perdiendo importante cantidad de tiempo en eso, en desmedro del trabajo propio.
El que le tocó a mi grupo, llegó instalando solemnemente un galvano de “premio
a la calidad” obtenido en su trabajo anterior, para que todos lo vieran. Con el
detallito, se ganó el desdén general. Pero tampoco me podía importar.
Sabiendo que los años pasados
en un mismo sitio pueden pesar, aun cuando el trabajo había logrado desterrar
por completo mi vida personal, decidí hacer otros cambios. El único distractivo
en el día, era la hora de almuerzo y
como es frecuente, nos instalábamos siempre los mismos en una mesa. Personas
muy variadas; un chico diseñador y bromista, una vendedora estrella, un contador
y pastor, con una habilidad extraordinaria para captar todos los chismes de su
alrededor, sin olvidar detalle, apodado el Picapiedra, por ser igual al
personaje de Pedro; un vendedor de motores de la zona sur, provisto de todas
las características del oficio: profundo conocimiento del producto, amplia
cultura, labia persuasiva, e inmenso repertorio de chistes para toda clase de
auditorio, un tipo grande y macizo, pero de una extraordinaria agilidad,
excelente bailarín, y el practicante de turno, un personaje importante, para ir
a su oficina y controlar el peso a diario. A veces, el químico, un tipo de
veras genial. Cada cierto tiempo, con ese grupo íbamos a comer a distintos
lugares.
Cambié de turno, para irme
despidiendo a plazos, por decirlo de alguna manera. Elegí el de las 2 de la tarde,
porque allí concurrían solo los juniors y uno que otro rezagado. Ideal, porque
el comedor estaba casi vacío y podía sentarme sola y llevar algo para leer de
sobremesa.
Tomé también otra resolución
para ese último año: aceptar todas – o casi
– invitaciones que me llegaran.
Hasta ahora, había pasado por
alto esas ocasiones que me olían a coima. Aunque también influía el hecho de
estar obligada a vestir más formal, amén del viaje de ida y regreso a Santiago, con
el agravante de no poder probar ni una gota de alcohol porque si lo hacía, mi eterna mala pata haría
aparecer un paco para chequear mi estado etílico. Total, ninguna gracia el asunto. Sin embargo,
tenía bien claro que jamás de los jamases volvería a entrar en ciertos lugares.
Entonces, como otra despedida, decidí aceptar ¡TODAS! las invitaciones. Aunque
en la realidad, no fueron todas. Entonces, volví a entrar en el Palacio
Cousiño, tan recordado desde los tiempos en que se ensayaba una .presentación
junto al Coro de la U. de San Marcos de Lima, en el salón dorado aquel….y
bueno, no registraré aquí todas las anécdotas que ocurrieron en el lugar. Y los
hoteles de 5 estrellas, los clubes de golf, los barcos en Valparaíso, etc.
También debía decir adiós a los seminarios y cursos de perfeccionamiento y
puestas al día, esos que a la empresa nada le costaban pero a una pobre mortal
le eran prohibidos. Debo confesar que eso fue lo que más eché de menos después.
Ah, tampoco me harían el menor caso en el banco, ni se pondría de pie el agente
cuando me viera llegar. (Vanidad de vanidades)
Comencé a irme a la hora
justa, ni un minuto más, ganando tiempo para mi. ¡Al fin!
En el fondo de los fondos,
sentía cierto temor de no alcanzar a llegar a los 60, causado por mi madre, que
anhelaba con verdadero fervor poder jubilar, pero falleció antes de lograrlo.
Pero llegó ese día, sin que antes tuviera que pasar por bastante incertidumbre.
Lo razonable hubiera sido esperar 5 años más, porque, sabiendo lo que recibiría
de pensión con el horrible sistema de las obligadas AFP, no sabría cómo
sobrevivir. Pesaron más las ganas de soltar amarras y me vi avanzando por
última vez a la puerta de salida, sintiendo que, segundo a segundo, se me iban
deslizando de los hombros las responsabilidades del trabajo y todo lo que iba
aparejado con él: Ya no podría cambiarme de casa como lo había proyectado, pues
había vendido mi departamento en Santiago por entregar el producto de la venta
a una hija que lo necesitaba con urgencia para terminar su casa fuera de Chile
y los precios actuales no me permitían volver a vivir en el centro de Santiago.
O sea, estaría obligada a vivir en este entorno hostil y ajeno hasta el fin de
mis días. Tendría entonces que integrarme a él.
Y terminé mi salida con el
último saludo al portero.
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De: ANNY 42 |
Enviado: 15/04/2016 03:27 |
Tu jubilación me llenó de pena y cierta envidia, yo nunca jubilé de nada, pero el cambio de trabajo era una despedida constante de compañeros a quienes aprendías a querer, era como jubilarse. Hoy me pregunto por qué no me quedé en Chile y trabajé aquí, hoy sería una jubilada y tendría una entrada adicional, debe ser muy lindo haber trabajado toda una vida y llegar a ese último año para vivirlo con ansiedad el día a día esperando el último.
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Hola: yo pienso que la jubilación segun como sea es agradable, al menos para mi lo fué si no es asi para ti lo siento de veras, que pases un buen Viernes
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Siempre me preocupó el asunto aquel del retiro e intenté ahorrar lo que pude pues, incluso antes de los tremendos cambios en los fondos sociales que nos obligó a ese horrible sistema de las AFP, pues siempre había que tener un pequeño colchoncito donde reclinarse aunque fuera en forma precaria, cuando la pensión no alcanza el mes. Así y todo, trabajé 5 años sin imposiciones. Me preocupa mi hija mayor en especial, pues, tras terminar sus estudios, escribir un interesante ensayo y estar cursando un postgrado, decidió - de la noche a la mañana - irse fuera del país a tentar suerte. Ella siempre fue aventurera. Pues bien, ya tiene 59 y trabaja de manera informal. ¿Qué pasará después? Nunca lo sabré.
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¡Oh, la jubilación, gran tema! Y como en todo, existe una enorme diversidad en cómo la vive cada persona, dependiendo también del tipo de trabajo realizado.
Admiro a Antonia porque comenzó a prepararse para ese día, a saborearlo desde el año anterior, hasta que una vez llegado el momento, para ella fue una total liberación.
Yo soy de las que no me gusta sufrir pensando en lo que vendrá. Prefiero afrontar los momentos cuando me toca vivirlos y ahí veré qué haré.
Mis últimos veinte años de trabajo fueron en un colegio privado de jornada completa, donde cada minuto de la diaria jornada exigían de uno el máximo de atención. Me encantaba mi trabajo, pero terminaba exhausta. Además tenía que esforzarme por incorporar y manejar las nuevas tecnologías, estar al día en todo y, por supuesto, obtener buenos resultados. Y como optamos por venirnos a vivir al campo, en los últimos ocho años me pesaba mucho tener que levantarme más temprano que antes para llegar a tiempo al colegio y así evitar los tacos. Creo que si hubiese estado en la ciudad habría trabajado un par de años más. Pero en fin, lo que más agradezco ahora es vivir liberada de horarios, poder ir al baño cuando lo necesito y gozar de la naturaleza y la tranquilidad del campo. A veces me pesa la soledad, pues mi marido aún trabaja, pero internet ha sido mi salvación.
En cuanto jubilé dejé de teñirme, pues lo había decidido con antelación, ya que constituía toda una esclavitud para mí. Al comienzo me costó asumir mi nuevo look, pero ahora ya me acepto plenamente. Sin embargo, no he sido capaz de ir al colegio, pues creo que mis alumnos se sorprenderían mucho al verme con canas.
Aprovecho de pedirles disculpas, pues este último tiempo no siempre he tenido tiempo para conectarme y participar en este agradable grupo.
¡Saludos para todos! |
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El problema de algunos jubilados, aparte del monto de su pensión, es qué hacer cuando ya no tengan que trabajar. Tuve un compañero unos años mayor y al preguntarle qué haría, confesó que había llegado a un acuerdo con la empresa: le pagarían la mitad del sueldo y seguiría trabajando, porque, no habría soportado estar "sin hacer nada" en su casa. Entonces le pregunté qué es lo que le gustaba hacer. Se quedó pensando un rato. "Bueno, me gusta caminar". Me pareció terrible. Pero hay algo que nos une a todos los ex trabajadores: muchas veces soñamos que estamos otra vez en el trabajo. Dichosos aquellos que tienen una casa de vacaciones y se trasladan allá o alternan con la ciudad. Creo que todos hemos tenido alguna vez el anhelo de vivir junto a la naturaleza.
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Me olvidé mencionar, que lo que más he extrañado después de jubilar, ha sido la parte social de la pega. Fueron muchos años y horas diarias, compartiendo con un grupo donde nos llevábamos muy bien (quizá también porque después de tanto tiempo habíamos llegado a reconocernos muy bien en nuestras fortalezas y debilidades) y manteníamos un permanente gran lazo de amistad, respeto, camaradería y solidaridad. Echo de menos las bromas, el leseo, pues soy de naturaleza alegre y siento que la vida no puede ser sólo trabajo. Hay que reírse y pasarlo bien, aún cuando siempre hay problemillas en la vida de cada cual.
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De: paty |
Enviado: 21/04/2016 23:55 |
Siempre me dije que jubilaría a los 60 . Como sucede en la Administración Pública , veía a colegas que se eternizaban en los cargos y solo marcaban tarjeta , sin hacer nada productivo. A sabiendas de que mis ingresos bajarían drásticamente , lo hice y nunca me he arrepentido. Los últimos años fueron difíciles para mi... por traslado de mi marido, dejé mi vida tranquila de provincia por Santiago . Con uno de mis niños aún pequeño, no encontré nunca una persona que me ayudara con mi casa y mi familia, fue un desfile de gente que primero contraté de lunes a viernes, después 3 veces a la semana, después 2...los últimos 3 años de mi vida laboral me hice cargo yo de todo. No es que yo fuera muy exigente , la prueba es que dos de ellas con las cuales nos "acomodamos" muy bien, tuvieron que dejar de trabajar para cuidar a sus nietos y hasta el día de hoy me llaman por teléfono. Paralelo a esto el cargo que desempeñé era de bastante responsabilidad , no acorde con la remuneración que percibía.
Así es que para mi fue una liberación retirarme . No he perdido el contacto con mis compañeros de trabajo, ya que sigo yendo a la peluquería que queda cerca del que fue mi trabajo y como dejé una gran amiga allí, a veces (no siempre ) la paso a ver. También sigo ligada al bienestar de la institución , así es que mensualmente voy a bienestar a hacer uso del seguro de salud ( una gran ayuda para los que nos pensionamos).
Nunca pensé que me iba a aburrir , pero sí que me sobraría el tiempo...no ha sido así. El tiempo no me alcanza para hacer todo lo que quisiera , así es que de aburrimiento nada. |
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