Un día en una iglesia iban a bautizar a los nuevos congregados. Al iniciarse el bautismo, todos se ponían de pie y se encaminaban al altar. Allí el pastor los tomaba del cabello con las manos e introducía sus cabezas dentro de una enorme tina rebosante de agua fría. Luego de sacarlos, el pastor les preguntaba:
- ¿Has visto a Jesús, hijo mío?
Y los fieles respondían: - Siiii, lo he visto!
- ¡Ahora estás bautizado en el nombre de Dios! - les decía el pastor.
El rito siguió de esta manera con todos los fieles encolumnados.
En cierto momento entró al lugar un borracho que deambulaba por la calle, buscando refugio. Éste, al ver cómo el pastor le daba un chapuzón a la gente, pensó que tal vez le vendría bien mojarse la cara, entonces se metió en la fila.
Al llegarle el turno, el pastor le tomó los cabellos e introdujo su cabeza en la tina. Cuando el pastor lo sacó de la tina, el borracho largaba agua por la boca, las narices, las orejas, por poco se ahoga.
El pastor le hace la misma pregunta que a todos: - ¿Has visto a Jesús?
Y el borracho le responde: - No, no lo he visto.
El pastor, intrigado, le vuelve a introducir la cabeza en la tina. Esta vez el borracho se traga como dos litros de agua.
El pastor vuelve a preguntarle: - ¿Has visto a Jesús?
- No, no lo ví.
- El pastor furioso vuelve a introducirle la cabeza en la tina como diez veces y las diez veces pasa lo mismo. En el último intento que hace el Pastor para meterle la cabeza en la tina, el borracho, semiahogado, se agarra de los bordes y hace que el pastor se detenga.
El borracho tose, escupe agua y respira profundo para recuperarse, unos segundos después, con las pocas fuerzas que le quedaban pregunta:
- ¿Usted está seguro de que él se cayó aquí adentro?
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